Últimamente me pasa que me proponen meterme en proyectos creativos que, así a priori, como que me dan vértigo. Del bueno, pero vértigo. Cosas que conozco bien (por eso me lo proponen, claro) pero con las que quizás no tengo tanta experiencia o con las que nunca me había metido “manejando maquinaria pesada”. Una cosa es saber cómo funciona y otra muy distinta ponerse a ejecutar la maniobra. Y es que muchas veces se peca de decir a todas las cosas que nos proponen que SÍ. Un SÍ con mayúsculas y contundente. Un SÍ, que puede traer oculto un “necesito esa pasta”, un “necesito rellenar portfolio” o un “acercarme a esta persona puede posicionarme bien”. O de un simple no saber decir que no. Obviamente, que surjan nuevas oportunidades es genial, primero porque ves que tu trabajo está valorado por otros, que se ve y que gusta, y otro que siempre se pueden abrir puertas inesperadas a continuación. Por eso, muchas propuestas que nos hacen pueden parecer golosas y tentadoras. También, en ocasiones, nos cerramos en banda a proyectos que podrían ser una gran oportunidad, pero no nos sentimos seguros, no tenemos confianza o, al no ser exactamente de tu materia, pues ni te lo planteas. Muchas veces se trata de echarle huevos, otras, de moverse con precaución. Entonces, ¿cómo saber puedes aceptar (o no) una propuesta, sobre un tema en el que no tienes demasiada experiencia, o que no es exactamente “lo tuyo”?
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