El otro día conocí a una persona en un evento que me habló de un proyecto que me pareció muy interesante. Tuve que preguntarle varias veces como se llamaba su empresa, porque no había forma de que me quedase con la palabreja. En ese momento, no puedo darme su tarjeta de visita porque coincidió que se le habían acabado, así que, me fui para casa recordando solo que era una palabra larguísima con alguna “K” por el medio… y eso no fue información suficiente para que pudiese encontrarles en Google. Y no era cosa mía, les pregunté a distintos asistentes a aquel evento si lograban acordarse, y nadie lograba hacerlo. Una pena que el proyecto de esta persona, tan interesante en un principio se haya perdido en nuestro olvido solo por ponerlo un nombre tan enrevesado.
Algo como escoger un nombre, ya sea de tu mascota, de un bebé o de calle no es algo que suele hacerse a la ligera… ¿por qué habría de ser igual para el de un negocio?