Aunque creo que no lo he dicho por aquí, llevo un mes trabajando en un espacio de coworking.
El comenzar a trabajar en él no fue para nada una decisión meditada ni mucho menos, sino que, un buen día, me dio el punto. De la misma forma que un día se me cruzó el cable y me corté el pelo después de 20 años ininterrumpidos de melenón, y de la misma también un día me lo dio también cuando decidí montarme algo por mi cuenta… esos “puntos” que le dan a uno, ese momento en el que se te enciende la bombilla y haces caso de ese impulso interno que te pide hacer algo en concreto, son cosas de las que luego no te sueles arrepentir.
Y así ha sido en esta ocasión también.