Desechar una idea brillante es cuestión de supervivencia

Qué tontería de título, estarás pensando. Que nadie es tan bobo como para tener una idea genial, esa con la que puedes hincharte a ganar dinero, y dejarla escapar. Y sin embargo, yo te aseguro que mucha gente sí lo hace. Lo que sí, no voy a decirlo y quedarme tan ancha, sino que voy a acompañar esta afirmación de datos y una explicación completa de por qué, los seres humanos, todos sin excepción, somos así de raros a veces. ¿Intrigado? Pues sigue leyendo…

El ser humano, como sabes, es fascinante. Tenemos comportamientos y reacciones que, cuando los estamos llevando a la práctica nos parecen del todo normales y lógicos pero, ya en frío, si los pasamos por el raciocinio, algunos pueden resultar de lo más absurdos y ni siquiera sabemos explicar por qué nos hemos comportado así. Una compra impulsiva que has hecho sin pensar cuando en realidad ni siquiera necesitases artículo, guardar cosas que no sirven como recuerdo, o sentarse siempre en la misma silla cuando entras en un aula o sala de reuniones. Seguro que te suena y a lo mejor no sabrías dar una explicación a este tipo de cosas.

Pues muchas de esas cosas, aunque aparentemente no lo parezcan, las hacemos por una cuestión de pura supervivencia. Están basadas en instintos irracionales, comportamientos heredados de nuestros antepasados de las cavernas (los cuales de supervivencia sabían un rato) cuyas lecciones han quedado aprendidas para siempre dentro de nuestro cerebro. Ellos vivían bajo amenazas constantes (animales salvajes, falta de comida, intemperie…), así que no llevaban muy bien eso de la incertidumbre y las sorpresas impredecibles.

¿Te suena lo de mejor malo conocido que bueno por conocer? Pues la creadora de este dicho, se llama amígdala.

Según Wikipedia, el papel principal la amígdala es el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales. En concreto, se encarga de incrementar los reflejos de vigilancia, paralización y huida y también se encarga de la formación y almacenamiento de recuerdos asociadas a sucesos emocionales. Sí, se trata de lo que supones: la amígdala, al detectar una amenaza, es la encargada de generarnos miedo.

Y dirás: ¡qué chungo! ¡Que me la extirpen! ¡Yo no quiero tener miedo! Pues no, porque este pequeño paquete efectivamente es imprescindible para nuestra supervivencia; si nuestro cerebro, nuestra querida amígdala, detecta que estamos demasiado cerca de un precipicio, nos genera miedo a caernos, así que damos un paso atrás, por ejemplo. Amenaza-miedo-reacción. Simple.

 

escapar del miedo

Entonces, ¿cuál es el problema de todo esto? Y sobre todo, ¡¿qué tiene que ver esto con las ideas y la creatividad?!

Pues sencillo.

Como todo en la vida, los excesos son perjudiciales. Claro que hay que tener la dosis de miedo para no ir a lo loco, pero en su justa medida.

Así que, cuando se nos enciende la bombilla y tenemos nuestra GRAN idea, al plantearnos apostar por ella, nuestra amígdala se pone en funcionamiento. Empieza a detectar amenazas que nos paralizan como, por ejemplo, qué van a pensar los demás. Empiezas a pensar en tu entorno y en las posibles reacciones, en qué pasará si no lo consigues, en si generará rechazo que te metas en ese proyecto… Eso son amenazas hacia ti, que te generan dudas.

 

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Por otra parte, aquí estamos hablando de la idea del millón de euros. Vale que a priori no sabes cómo de grande va a ser (ojalá) y si te vas a forrar o no, pero si atisbas grandeza, si ves que te traes algo gordo entre manos, que es un proyecto ambicioso, aunque sea a tu escala, lógicamente esto va a generar cambios en tu vida.

Los cambios traen consigo escenarios inciertos, personas que desaparecerán de tu vida (¡ellos también sienten las amenazas!), cero estabilidad y un futuro lleno de incertidumbre. Y esto, no le molaba nada al hombre de las cavernas que luchaba a diario contra todas estas cosas dentro de sus posibilidades. Por eso la amígdala es muy amiga de lo malo conocido, y por eso te va a intentar convencer que mejor no te metas en ese jardín. Que mejor te quedes como estás, por si acaso.

La solución a esto es sencilla y complicada a partes iguales. Sencilla porque depende de ti, y complicada porque el miedo y la parálisis no es algo que se saque de un plumazo. Lo que yo siempre recomiendo es primero, hacerse amigo de ese miedo. Convivir con él y aceptar su presencia. Es trabajoso y puede ser muy cansino, pero no te va a abandonar, así que intenta que no te bloquee. Y lo segundo, jamás de los jamases discutas con él. Escucha lo que tengas que decir, pero no batalles, no entres si tienes tú razón ni intentes convencerlo de nada. Atiende a sus consejos, pero al final, haz caso siempre a tu barriga y a lo que te hace vibrar.

Y, si lo tienes claro, apuesta por tu idea, eso por supuesto. Al final, ya sabes, es una cuestión de supervivencia.

 

firma DC

 

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