“Seguir tus sueños” daña tu Marca Personal

Tenemos esta tendencia de engrandecer historias de gente que “ha seguido sus sueños”.

Suena épico, tiene cierto romanticismo… pero si lo pensamos bien, puede ser un poco engañoso.

Porque nos quedamos con la llegada a la meta, pero no con todas las fases anteriores.

Solo se valora el final de la película: la persona que lo logró, que llegó a la meta, que “lo consiguió”.

Lo que no vemos son las escenas que no se metieron en el largometraje: los intentos fallidos, las noches de dudas, los proyectos descartados y los tropiezos que forman parte del proceso real.

Sin embargo, ¿cuántas veces hemos escuchado el mantra de “sigue tus sueños” en plan cuento de hadas?

Lo vemos en discursos motivacionales, en campañas de publicidad y en posts que se comparten sin parar en redes.

Pensamos que esa gente está tocada por la inspiración divina, que tienen la suerte de tener una voz en la cabeza que las guía.

 

Que un buen día dan el pelotazo, y a vivir.

Que eso les sale natural, que es fortuito.

Que, quizás, nacieron con esa inspiración.

 

Muchas veces, que alguien haya llegado a un lugar que deseaba, responde a muchas variables y muy concretas que se estaban dando.

Muchas veces, incluso desde el privilegio.

De estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado, con la persona adecuada.

 

Pero, muchas otras veces, no es casualidad, ni es inspiración divina, ni es un momento único de lucidez.

Es un proceso de muchos días, meses, o años de trabajo estructurado, foco y decisiones, en los que la inspiración puede aparecer (o no).

Pero parece que buscar una estructura o rutina donde pueda crearse a largo plazo algo interesante, le quita épica y romanticismo.

A lo que voy es que esperar a un momento de lucidez, o la inspiración divina para “seguir tus sueños”, no es fiable.

Esperar para dar un pelotazo, mucho menos.

Tampoco lo es ponerse por objetivo un ideal difuso llamado “sueño”.

Lo engañoso de todo esto, como es habitual, es centrarse en el resultado (el sueño cumplido) y no en el proceso, en el día a día.

 

La propuesta: construir un marco vital

 

Veo una clara diferencia entre seguir tus sueños como algo lejano y abstracto y la alternativa de construir un camino de forma consciente.

Ladrillo a ladrillo.

Dentro de esa última opción, para mí, entra la idea de construir un Marco Vital que sea coherente conmigo y esté alineado a mis valores.

Ese marco, creo que debe ser propio, que cada persona debe plantearse cómo le gustaría que fuese un miércoles cualquiera.

Es algo con lo que defines el estilo de vida que quieres tener.

De esta forma, no te centras en conseguir “el sueño” sea como sea, sino que construyes un día a día en el que sientes esa realización personal.

De alguna manera, sientes que estás en un camino escogido por ti.

Llegue “el sueño”, no llegue, o llegue algo mejor.

Sino, harías algo que daña tu marca personal mucho: pensar que no tienes nada que decir porque “no has llegado a ese sueño”.

Cuando sí tienes mucho que decir, porque “estás en un proceso de construcción, aprendizaje y estás ayudando a otras personas también”

En mi caso, ese marco vital lleva por bandera preservar mi libertad creativa.

Al menos gran parte de ella.

Hacer mis investigaciones, plantearme retos y crear mis proyectos.

Esto es muy propio de las personas multipotenciales, que necesitamos esa parcela grande de exploración de intereses propios.

Aquí van algunas premisas que sigo a diario, para crear (y mantener) ese marco vital.

 

Se trata de cultivar 3 espacios:

 

➡️ Espacio mental

Empiezo por el difícil, que es tener espacio disponible en la cabeciña para poder pensar.

Parece tonto, pero es fundamental, porque si dedicamos mucha energía a temas de lo más variado y, aun encima, no recuperamos, es que literalmente no tenemos hueco para pensar con claridad en nada.

Es una sensación de estar permanentemente abrumado/a que te imposibilita hacer cualquier cosa.

 

➡️ Espacio en la agenda

Para que nuevas cosas entren, hay que hacer sitio, así que viejas cosas deben irse.

No hablo de tener una organización de 10 (esto, es otra cosa) sino que, de la misma forma que el número de horas del día es finito, el número de cosas que podemos hacer, también lo es.

Puede ser frustrante, pero por más que nos forcemos a meter nuevas cosas en la ecuación, debería ser cosa que entra por cosa que sale.

Como los jerséis en el armario.

 

➡️ Espacio físico

Al igual que la agenda, el espacio donde trabajas es un reflejo de tu caos mental. Tenerlo ordenado, con todo lo necesario a mano, pero sin llenarlo de cosas innecesarias, está unido con la claridad mental.

En mi caso personal, además, sé que me viene mucho mejor (porque fluyo más y voy más rápido) trabajar en papel muchas cosas, antes de pasarlo a digital.

Por ejemplo, los post de redes, o este mismo newsletter, normalmente siempre desarrollo sus partes en un cuaderno antes. Para cuando lo digitalizo ya es para acabar de desarrollarlo y dejarlo listo para publicar.

 

Estos 3 espacios me permiten crear mis experimentos, compartir aprendizajes con la gente y, por supuesto, ayudarles mejor porque yo también hago mejor mi trabajo.

El mito de “seguir tus sueños”, que te centra en el resultado, te pone a esperar a esa inspiración divina mientras tiras con “empeño borrico” pero sin estructura y, mucho menos, disfrute.

Es tirar y tirar.

Porque “el sueño vale la pena”.

Mientras, te sientes muy loser, porque no has conseguido “nada”, solo partirte los cuernos.

Y, sin la épica, ¿qué tienes que contar? 

El daño que hace este relato en tu marca personal, está claro: crees que, como no has conseguido “tu sueño” no tienes potestad para estar ahí fuera hablando de nada.

Que, como mucho, si quieres hablar, tiene que ser como que parezca que sí llegaste.

Ponerte una careta y tirar.

Y eso es lo que me chirría y lo que creo que hace flaco favor a cualquier Marca Personal.

Es de las cosas que hace que sean de mentira y que la gente no encuentre nada de valor ni de conexión en muchas de ellas.

Es una pena, porque sí creo que muchas personas serían muy interesantes y sus contenidos muy valiosos si no se dejasen llevar por este mecanismo.

¿Qué tal si creamos ese Marco Vital y nos centramos en aprender y ayudar HOY?

 

Si quieres mantenerte al tanto de todas mis publicaciones apúntate a mi newsletter aquí

 

Las Marcas Personales no funcionan por ESTO

Las Marcas personales, como las conocemos hasta ahora, tienen un recorrido muy corto.

Lo de seguir estándares de ponerse etiquetas y tratar de forzar una imagen (muy producida) de lo que no es.

Seguir esos mandatos solo pueden llevarte a formar parte del ruido predecible.

Entonces… ¿cuál es la alternativa?

 

Para plantearla, hagamos primero un repasito por la historia de la Marca Personal:

 

🎱1997 – 2008: Se acuña el término “Marca Personal”

La primera vez que se habla expresamente de marca personal, es el 1997 en este artículo. La invitación era clara: trátate como si fueses Starbucks o Nike, no hay ninguna diferencia.

Se empezaba a hablar de personas brandeadas como productos.

 

💻2010-2015. Deja tu trabajo, y emprende

Estos años fueron encabezados por gente como Tim Ferris y su “semana laboral de 4 horas”, o Gary Vee con su “hustle culture”.

En este momento, la recomendación para tener una marca personal fuerte, era que había que ser polémico y ser el primero, ya que era un momento con poca competencia.

Fueron los años gloriosos de los infoproductos tipo ebook descargable.

 

💎2016-2020. La época de los negocios perfectos

Emergen muchos grandes gurús con sus métodos para “guiar” los pasos del común de los mortales. Grant Cardone, Marie Forleo y el mismísimo Tony Robbins cogen mucha tracción. Y, después, toda la gente que les imitaba.

Lo predominante en los contenidos en redes eran consejos, tips, “3 formas de conseguir…”, “cómo lograr…”, porque cada cual tenía que poner en valor su método.

Esta fue la época dorada de los cursos online grabados.

 

🤧2020-2025. La performance a la enésima potencia

En un tiempo post-pandemia, en el que la gente se empezó a cansar de la perfección de los gurús y de recibir “consejos” hace su aparición la autenticidad.

Se acabó sistematizando ser vulnerable, como si estar en un momento difícil y darle a “grabar” fuese real. Empezamos a ver la autenticidad como postureo.

A nivel producto, aquí predominan los programas grupales con sesiones de preguntas en vivo.

 

Vale, visto todo esto, ¿qué nos espera de 2025 en adelante?

Con los pies puestos en el último tramo de 2025 (¿te has dado cuenta de que solo faltan 4 meses para que acabe el año?) ya podemos hablar de un nuevo contexto que está haciendo chup chup:

👀 Para empezar, desde que en la pandemia mucha gente se dio cuenta (por fin) que el futuro está en lo digital. Como muchos se subieron al carro, ahora la competencia es mucho mayor y el espacio digital está petado hasta los topes

👀 Dentro de ese boom, a estas alturas, y a base de dar la matraca (aportando valor o lavando cerebros, eso da igual) hay mucha gente que se ha ido consolidando y que, por lo tanto, está bendecida por los algoritmos

👀 Para consolidarse, algo que se hizo (especialmente en la época pre-IA) es copiar sin vergüenza ni pudor, apropiarse de ideas ajenas sentando cátedra. Lo que viene a ser regurgitar ideas y refritos ajenos

👀 Ya ahora, con la IA en todo su esplendor, de democratiza la mediocridad y se propagan (en ingentes cantidades) los contenidos insulsos, vacíos y, precisamente, artificiales

A todo esto, hay que sumarle que pretendemos continuar con todo lo anterior también:

🙄 Ingentes cantidades de contenidos, como en 2010
🙄 Mostrar que somos personas de éxito, como en 2016
🙄 Postureo de la autenticidad, como en 2020

Lo quiero todo, papi.

Así que, solo nos queda preguntarnos… ¿dónde voy a encontrar yo mi sitio dentro de este panorama?

¿Cómo creamos una Nueva Era donde podamos realizarnos y cumplir nuestros objetivos con nuestra Marca Personal?

 

La Nueva Era será humana, o no será

 

Lo que yo creo que viene en esta próxima Era, será negado por las personas que prefieren llevar una línea continuista con todo lo anterior.

Pero, personalmente, creo que eso está caduco.

Cuando la gente se vaya cansando de la saturación de ruido (hecho con IA o no) y de la explosión de “negocios perfectos” va a buscar integridad, coherencia y reflexión.

Si imaginamos un péndulo que se mueve entre la reflexión profunda y lo superfluo, ahora estaremos en el camino de regreso de ese péndulo que está del lado de la superficialidad ahora mismo.

 

Esto es lo que creo que está por venir (y de verdad espero que así sea):

🔥Para empezar, una marca personal debe tener objetivos a largo plazo y apostar por ellos para que sea sostenible. Hasta ahora, había mucho movimiento en busca de la viralidad, la fama rápida y el dinero fácil. Si se busca que perdure el efecto el el tiempo… No va a funcionar

🔥La gente está empezando a valorar el fundamento de lo que se escucha por ahí. Por eso se dará más importancia que nunca a la investigación que hagas, a tu proceso de creación y, en general, que la gente que esté formada, informada o que comparta sus experimentos y experiencias

🔥Los discursos propios y reflexionados, tendrán un mayor peso. No es que la superficialidad no vaya a tener cabida, es que muchísima gente va demandar la profundidad. Aquí, los formatos largos tendrán su momento de auge (vídeos largos, podcast, posts…)

🔥Por último, la parte humana tiene que respirarse, no esa performance de autenticidad fake (qué paradójico esto…). Igual es el momento de dejar de lado tanto artificio y ese esfuerzo de querer mostrar (o demostrar) logros monetarios o materiales. Lo que viene a ser hablarnos de tú a tú y de igual a igual

El resumen sobre las Marcas Personales de esta Nueva Era, es que falta mucho pensamiento crítico y sobra superficialidad.

Y que falta mucha comunicación real y sobra postureo.

Así que, toca decidir en qué lado del péndulo queremos quedarnos.

 

Si quieres mantenerte al tanto de todas mis publicaciones apúntate a mi newsletter aquí

 

Internet moldea tu identidad (para mal)

Scrolleamos varias horas al día en redes sociales.

Cada día.

Seguro que hoy ya lo has hecho en algún momento.

Dime la verdad: ¿recuerdas las cosas que has visto?

Probablemente, no te hayas quedado con todo.

O con casi nada.

Pero el algoritmo, sí.

Y, con toda esa información, de forma muy sibilina, va guiando nuestras opiniones, gustos, decisiones y, por supuesto, compras.

Lo que se consigue no es solo falta de atención, o falta de paz mental (hello, ansiedad).

También empieza a ser falta de personalidad.

Ya no es solo no poder estar a solas en silencio, o no tener la capacidad de esperar tranquilamente, sin móvil, sea en la cola del súper o en la sala de espera del dentista.

Es un tema de ya no sabes qué te gusta A TI, o que te llama la atención genuinamente.

En lugar de seguir nuestra curiosidad natural, esperamos a que otra gente nos diga qué hacer.

En lugar de explorar nuestros gustos, esperamos que nos compartan “que se lleva ahora”.

No tenemos momentos de tranquilidad donde nos funcione la cabeza como para crear nuestros proyectos, porque cada vez es más difícil encontrar esa tranquilidad sin un “paso a paso”.

Ah y, por favor, que me lo digan en 2 minutos y muy masticado.

Con lo cual, en lugar de crear y de hacer tu movida, te comparas e intentas modelar a alguien para tratar de hacer exactamente lo mismo.

Que, por cierto, ese alguien a su vez habrá modelado a alguien y, así, hasta el infinito.

Internet y las redes sociales han creado una Cámara de Eco, ese lugar donde nos exponemos a mensajes y contenidos que solo confirman y refuerzan unas mismas creencias.

Nos limitan a abrirnos a nuevos puntos de vista diferentes, complementarios o, en general, a explorar nuevos horizontes.

Ese es el peligro real del reduccionismo y de lo que se alimenta la polarización y la radicalización extrema.

Y eso, va dando forma a nuestras identidades, nuestras (supuestas) aspiraciones y, como no, a nuestras Marcas Personales y cómo queremos “vendernos” en internet.

 

Internet, es como Hacienda

 

Porque internet “somos todos” y, a la vez, no es nadie.

Antes, era un espacio libre y accesible a cualquiera.

 

¿Recuerdas cómo era escribir en un blog y que la gente a la que le gustaba entrase a leer tu nuevo post?

¿Recuerdas como era publicar en una red social y que a tus followers les saliese eso que compartías?

 

Ese mundo, ya no existe.

Internet ya no es ese lugar practicable y democrático.

Concretamente, las redes sociales, hacen que exista la dictadura del algoritmo y que la gente que no puede (o no quiere) pagar, directamente, se queda fuera.

Porque es un juego con otras normas, en las que prima el reconocimiento o los recursos económicos y se premia el contenido enlatado para el consumo de masas.

Que solo es válido un cierto tipo de identidad… y esa es el que se modela.

Clones de clones.

La llave del cambio está tanto en quien consume, como en quien crea contenidos.

Como personas consumidoras, tenemos en nuestra mano curar qué vemos, leemos y compartimos.

Es como saber usar bien tu dinero, pensar qué tipo de productos compras y qué valores tiene esa empresa.

Un poco lo mismo, pero en lugar de tu dinero, dónde pones tu atención.

A quién apoyas.

Como personas creadoras de contenido, crear publicaciones acordes a una Marca Personal con un discurso claro, con un punto de vista enriquecido y con cierta profundidad.

Que reflejen tu visión, que comparta tu propuesta con ilusión.

 

También, asumamos algo: crear algo importante implica que sea lento y aburrido.

La profundidad es una apuesta a largo plazo, pero yo creo firmemente en crear un contexto más reflexivo.

No soy una ingenua: sé que todavía somos una minoría quienes reclamamos y nos proponemos hacer (y consumir) cosas con cierto sentido.

Pero esa minoría estamos ahí fuera, y nos tenemos que ir encontrando.

Y eso no va a pasar si cada cual está en su casa por separado rompiéndose la cabeza con estos temas.

Así que apoyemos con nuestras acciones lo que consumimos y vamos a crear Marcas Personales y proyectos fuera de esa Cámara de Eco que nos polariza.

 

 

Si quieres mantenerte al tanto de todas mis publicaciones apúntate a mi newsletter aquí

 

Marcas Personales que convierten personas en productos

Internet se ha convertido en un gran funnel de venta donde todo el mundo te grita todo el tiempo para que hagas clic en algo.

Al final, las redes pasaron de ser un lugar de conectar con amistades o con gente interesante, a un lugar de consumo y culto.

Consumo, porque a base de ver “vidas ideales” compramos cosas que nos acercan a esa idealización. Por supuesto, desde lo fácil, que es por ejemplo tener ropa que sigue las micro-trends o invertir en la criptomoneda de moda.

Y culto, porque dentro de esa idealización a gurús e influencers, delegamos nuestras decisiones en esas personas e, incluso, usamos su prisma para ver el el mundo.

El planteamiento actual de Marcas Personales que venden cosas en internet, pasa por convertir a personas en productos.

Productos que venden productos.

La consecuencia, empieza a ser clara: nos dedicamos a consumir gente.

Y, esa gente, tiene que empaquetarse (a sí mismos/as) como algo “apetecible”.

Para que sea apetecible, se debe cumplir con 2 cosas:

💀Que el ejemplo viviente de esa Marca personal en cuestión suene a un escenario idílico con pocos (o ningún) problema. Y, si los tiene, que los haya superado con el éxito de quien se ha hecho a sí mismo/a

💀Que sea de consumo digerible, a ser posible bastante reduccionista para que todo se quede en mensajes simples y rápidos

 

Ahí es donde, quien está al otro lado de la pantalla, va idealizando la realidad del gurú (desde la distancia con esa persona) y aumenta el deseo a consumir, a proyectarse en ese relato, porque toca puntos superficiales pero efectivos.

Con este panorama, ponemos la oreja en el exterior, con esa actitud de consumo, muy lejos de querer investigar por nuestra cuenta y usar nuestro pensamiento crítico. Nos volcamos a que alguien nos diga “qué hay que hacer”.

Como buscarse un jefe sin necesidad.

Cualquier cosa menos sentarnos a crear nuestro propio proyecto y comunicarlo con transparencia.

Porque estamos tan contaminados/as que eso cuesta.

Porque creemos que tener una Marca Personal o un negocio online pasa por crear producto con un envoltorio artificial y perfectamente etiquetado.

Facilito de consumir por otra gente, por supuesto.

Es como querer verte a ti mismo/a en una estantería de supermercado: quieres “seguir siendo tú” pero encajar al máximo con los “productos” de tu género.

Cosa que nos deshumaniza, nos quema y solo genera más ruido ahí fuera.

Sin embargo, dentro de esta realidad, las 2 neuronas que nos quedan vivas ya están lanzando un grito de auxilio.

Ya no se sostiene este ciclo de

yo consumo e idealizo – intento replicar y productizarme tal cual – veo que es lo que hace todo el mundo – me diluyo en la masa – vuelvo a consumir…. y empieza un nuevo ciclo.

Estamos cansados/as de esta dinámica, y se nota.

Es un aburrimiento profundo, la misma decepción que te produce comerte una bolsa entera de bollos de supermercado: al principio te puede apetecer mucho, pero cuando acabas de tragar todo, te queda una especie de vacío que hace que te sientas fatal.

 

Qué hacer para no auto-productizarnos

 

En lugar de querer empaquetarnos en un tarro genérico (aka “posicionarnos”) para pretender llegar a la gente desde ahí, yo propongo trabajar en ser líderes de pensamiento.

Básicamente, como yo lo veo, estas personas cumplen con 4 características:

➡️ Tienen una con la que cuestionan su sector y el contexto actual

➡️ Mantienen una actitud de aprendizaje continuo que, luego, aplican a sus experimentos para proponer soluciones y nuevos marcos de pensamiento

➡️ Sacan sus propias conclusiones y guían en la reflexión de un tema concreto

➡️ Tienen inquietud por compartir y abrir conversaciones enriquecedoras

Pero claro, para conseguir esto de ser líderes de pensamiento, necesitamos más momentos para crear, investigar y comunicar, mostrando que hay una persona real detrás del teclado.

Seguro que los mejores momentos de tu vida laboral no los pasaste consumiendo delante de una pantalla haciendo scroll, sino haciendo algo que te llenaba, creando algo importante para ti.

Como consumidores/as sentimos cansancio extremo a ruido repetitivo y a refritos simplones.

Necesitamos líderes de pensamiento que le den una vuelta al status quo y compartan otros puntos de vista.

Discursos con profundidad y reflexión que nos nutran.

La Marca Personal es mucho más que un logo, unos colores y encasillarse en una etiqueta estanca.

No es productizarse.

Es tener un discurso y un storytelling con el que transmitir tu mensaje.

De conectar con las personas adecuadas (aquellas con las que te gustaría trabajar) para ayudarlas de verdad a resolver su problemas o a montar proyectos interesantes.

Porque hay otra forma de ganarse la vida online que no es estar gritando 24/7 “compra ahora, sino serás un loser”.

Una forma que no es tan cansada, aburrida y llena de presión.

Esa forma pasa por investigar, crear y conectar desde tus ideas.

Pasa por la profundidad y la reflexión.

Quizás con esa forma, te seguirá menos gente y tu ego te odie por eso.

Pero te seguirá la gente adecuada.

Quizás con esa forma, tendrás que trabajar más tu discurso, porque no serás un producto andante.

Pero tendrás una Marca Personal humana y de verdad.

 

Ya sé que el resto del mundo tiene que identificar y entender qué hacemos.

Pero no con una etiqueta, sino con un área en la que quieras ayudar.

 

 

Si quieres mantenerte al tanto de todas mis publicaciones apúntate a mi newsletter aquí

 

Hablemos de reinventarse cuando todo está en tu contra

Sobre lo que nos cuesta a la gente multipotencial explicar lo que hacemos, por el hecho de mezclar muchas cosas y tener 1000 intereses, ya hablé en el FalconNews anterior.

Cargar toda la vida con el lastre de que “tienes que elegir” algo, pero no ser capaz de acotar (y no querer) se hace muy pesado.

Sobre todo porque esa habilidad de hacer mezclas, es más necesaria que nunca en un mundo en el que los problemas a los que nos enfrentamos son jodidamente complejos y tocan (precisamente) muchas cosas a la vez.

El caso es que aún se puede rizar el rizo más: el lastre es peor cuando quieres reinventarte.

Porque sí, quizás has elegido algo con lo que tirar, y te has puesto una etiqueta.

Pero, luego, esa etiqueta llega al fin de su recorrido porque tú has evolucionado, y ya haces más cosas.

Toca “un cambio”.

Y, dentro de ti (y de mí) está tan arraigada esa idea que siempre nos han dicho de “que te decidas”, que no está bien “ser una veleta”… que, claro, cuesta tomar esa decisión.

Porque piensas que hay algo de malo en ti.

 

 

Si Reinventarse lleva mucho lastre, vuela como Madonna

 

Yo lo tengo más o menos medido: cada 3 años hago una reinvención.

Es lo máximo que me dura un tema.

No necesariamente tengo que cambiar 100% de tercio, pero sí enriquezco mi enfoque, o mezclo más disciplinas o temas distintos.

Me gusta enfocar este proceso como si yo fuese Madonna.

No me estoy flipando, stay with me.

Te explico.

Veo mi vida profesional (y, por lo tanto, personal) como por temporadas.

La temporada 2025/2026 estaré haciendo “tal cosa” con “tal mezcla de temas”, pero no sé qué haré en la 2026/2027.

Y ese es el enfoque de Madonna (y de muchos artistas de todo tipo): que en un disco es más pop, en otro todo es más étnico, en el siguiente es más tecno…

¿Por qué el resto de profesionales no podemos hacer lo mismo?

Ya sé que el resto del mundo tiene que identificar y entender qué hacemos.

Pero no con una etiqueta, sino con un área en la que quieras ayudar.

 

Por ejemplo:

Etiqueta: crossfit

Área: deporte

Desde “deporte” puedes reinventarte las veces que quieras, añadir, cosas, desarrollar un discurso propio y asentar unas premisas de trabajo que resuenen con cierto tipo de público.

Como Madonna, que hace música, pero en cada disco explora un género musical (o mezcla de varios) y la gente está deseando ver qué mix ha hecho esta vez.

 

A nivel de tu entorno, reinventarse, tiene ese punto de que causas nerviosismo a otras personas.

La gente te había puesto una etiqueta y te había metido en una caja concreta y, de repente, eres algo “incierto” que tiene que volver a etiquetar.

Eso causa muchas molestias e inseguridades en sus cabezas.

 

A nivel social, reinventarse parece que lleva asociado una característica de “fracaso”.

Como lo anterior que hacías no lo llevaste hasta el fin de tus días, quiere decir seguro que no te salió bien o que no funcionaba.

Sino, ¿por qué querías cambiar?

Sí, puede haber un componente de que las cosas no salieron como esperabas pero, independientemente de esto, es como si las personas no tuviésemos derecho a evolucionar, a cambiar intereses, o a ver el mundo desde otro prisma.

 

Y, a nivel sistémico, interesa tenernos ordenaditos y convencidos de la caja a la que pertenecemos. Sí, elije una caja “libremente” pero trata de quedarte en ella, a ser posible hasta que te vayas para la caja de pino.

 

Reinventarse no debería ser doloroso.

Deberías ser motivador e ilusionante.

Si es doloroso o se hace cuesta arriba, seguro que es por todo ese lastre social.

Es por tener que elegir y no funcionar como Madonna.

 

 

Si quieres mantenerte al tanto de todas mis publicaciones apúntate a mi newsletter aquí

 

Me siento una inadaptada

¿Te pasa que en tu trabajo mezclas varias cosas para ejecutarlo?

¿Te pasa que, además, es complejo explicar exactamente a qué te dedicas?

¿Te pasa que, además, haciendo eso, te sientes un poco impostor/a?

 

En la Antigua Grecia, no había disciplinas separadas como las conocemos hoy en día.

Solo había 2 divisiones para el conocimiento: la ciencia universal y la filosofía.

La división de los temas de estudio no llegó hasta 1543 cuando con Copérnico empieza toda la movida de la Revolución Científica que finaliza en 1632 con Newton y sus cositas con la gravedad.

Hasta ese momento, ser un polímata que le da a todo, como Leonardo da Vinci o Miguel Ángel, era posible.

Pero, luego, ya había etiquetas concretas para formarse en cosas: en física, en literatura, en biología, en historia…

Así que, poco a poco, no solo se fueron etiquetando las disciplinas, sino también a las personas.

En el S.XX la cosa se especializa más aún, uniendo los temas de 2 en 2: biotecnología, psicopedagogía o electroquímica.

Es la etiqueta de la etiqueta.

El culto a la hiperespecialización empezaba a germinar.

Con ello, las personas se iban metiendo en cajas bien etiquetadas y fácilmente identificables.

El problemita es que a mucha gente le irá estupendo especializarse en algo, pero “los Leonardos” y los “Migueles Ángeles” seguían estando ahí fuera.

Sí, todavía existe la peña con múltiples inquietudes que hace sus mezclas de disciplinas para conseguir mejores resultados.

Y, con el tiempo, esas personas empezaron (empezamos) a pensar que había un problema con ellas porque o no sabían elegir carrera profesional o, si la elegían, no sabían explicar qué hacen de una forma concreta.

Hemos tenido una educación basada en hacer y seguir “lo que está bien”.

Pero no lo que está bien para ti.

Lo que está bien según unos dogmas establecidos que conviene que sigamos.

Nos dicen muy pronto, muy jóvenes, que “elijamos caja”.

Que elijamos y que nos casemos con ella para siempre.

Que es necesario precintarnos con una etiqueta.

Sí, elige “libremente”… pero elige.

Y “libremente” va entre comillas, porque también hay disciplinas que, por supuesto, están mejor vistas que otras.

Nos meten muy pronto en un sistema encajonado y limitante, para que lleguemos a pensar que “esto es lo que hay”.

Es un poco como el mito de la caverna de Platón. Solo que cambian la cueva por pupitres.

Desde ahí solo te queda asociar tu identidad a tu profesión, así que más te vale que sea algo de prestigio, o “con salidas” o que, como poco, aporte cierta seguridad, ya que tu autoconcepto (tristemente) dependerá de ello.

Con este panorama, volvemos a esos “Leonardos” (aka multipotenciales) que nos quedamos por ahí sueltos sin resonar con nada en concreto y con todo a la vez.

Esa sensación de ser alguien que no encaja en ninguna parte, no es algo que se lleve bien.

 

 

De ser gente inadaptada a tener el mando de la Play

 

Para sorpresa de nadie, el mundo después de 2020, es otro.

Que en 5 años más, va a ser otra movida diferente a lo que es hoy, tampoco es descubrirle la pólvora a nadie.

Los problemas que tenemos que resolver hoy, tienen que ver con temas, tipos de personas y contextos que nunca antes se habían visto.

No solo los problemas son otros, sino que hay que resolverlos con el tren en marcha.

Con este percal, las personas que se hayan especializado mucho en un tema concreto, claro que serán muy necesarias para resolver problemas de áreas muy específicas. Como siempre.

Peeeero, para resolver problemas que engloban muchos puntos y que son transversales a la vida de una persona, a una empresa, o al planeta… Hacen falta perfiles multipotenciales que tengan esa visión global de las cosas.

Que vean una situación como “un todo” y no como áreas estancas separadas.

Las personas multipotenciales somos más necesarias que nunca.

 

Ya no sirve solamente revisar tu problema de estómago de forma aislada.

Igual es que también hay que ver cuánto cortisol generas por tu gestión emocional.

 

Ya no sirve solamente querer incrementar ventas en el departamento comercial.

Igual es que también hay que mejorar los problemas de comunicación internos.

 

Esa visión global que da la mezcla de disciplinas y la apertura de mente, es de un valor incalculable hoy en día.

Y, en cambio, nosotros/as pensamos que tenemos algo averiado por no saber etiquetarnos.

Nos apocamos porque no sabemos explicar qué hacemos en una sola línea.

Queremos tener una marca personal bien posicionada, pero pensamos que, para eso, hace falta castrarse y renunciar a muchas de nuestras facetas.

Pensamos que “hay que elegir” y conformarse.

Pues no, no hay que elegir.

Lo que hay que hacer es usar toda esa energía que se gasta en tratar de encajar, para montar proyectos y marcas personales con un discurso potente, resolver problemas importantes y, sobre todo, saber comunicar desde esas mezclas y curiosidad propia.

En un mundo en el que las IAs van a mecanizarlo todo, las personas que podemos llegar a sitios nuevos a base de unir puntos aparentemente separados, tenemos las de ganar.

Tenemos la oportunidad de construir, por fin, algo nuevo.

Una Nueva Era de proyectos, marcas personales y negocios prometedores y valiosos.

Dejemos de ver esas cualidades como un lastre, y usémoslo como la virtud que es.

 

 

Si quieres mantenerte al tanto de todas mis publicaciones apúntate a mi newsletter aquí

 

Cómo gestionar una pila de frustración

Llevo un par de meses en los que algunas áreas de la empresa se me están haciendo un poco bola.

Por eso me tocó hacer un poquito de reflexión y de autocrítica.

Porque, si miro atrás, hay fallas en el sistema que nacen de automatismos y preceptos sociales que, en mi opinión, no vienen a cuento.

Lo que pasa es que están tan incrustados que saltan de vez en cuando.

Y es que una empresa (y la vida en general) nos pone delante 2 grandes melones que muchas veces nos impide que lleguemos a algún tipo de realización profesional: la frustración permanente y la insatisfacción crónica.

Son 2 de esos automatismos que nos saltan a veces.

 

De alguna forma, nos frustramos porque pensamos que “merecemos algo”.

Alguna gente lo piensa porque sí, porque el mundo se lo debe.

Otra, lo piensa porque, como se está esforzando mucho, pues eso tiene que ser compensado.

Y, luego, estamos el resto, que nos frustramos cuando las cosas no salen a causa de muchas variables, sean externas, internas o un mix.

Por otra parte, la insatisfacción perenne perdura a base de “querer siempre más”.

Quizás también bajo esa premisa de que alguien nos debe algo.

O de que lo “normal” es que crezcamos sin fin, todo el tiempo, como buenos hijos/as del capitalismo que somos.

No deja de sorprenderme que estos 2 puntos (frustración e insatisfacción) beban de que estamos inmersos en una sociedad súper infantilizada.

Porque el mundo no está diseñado para contentarnos sin fin, ni para ponernos las cosas fáciles.

El mundo está hecho como está hecho y nadie nos debe nada.

Que vivimos en un escenario de incertidumbre es la naturaleza de la vida en sí misma.

Pero, ¿cómo saber cuando, además de navegar en las olas de la incertidumbre, también nos estamos dejando llevar por dogmas que no son?

 

 

El autosabotaje ataca de nuevo

 

El titular de estos meses, para mí, es ese: hay cosas que se me han hecho bastante cuesta arriba.

Pero, en la historia completa, debajo de esa piedra de frustración, con la que te has tropezado hay perlitas de aprendizaje.

Muchas veces, un tanto dolorosas.

Perlitas que no te encuentras si te encariñas con la piedra y tratas de quedarte a vivir en ella.

Sino que salen si la levantas y exploras qué hay para ti en esa hostia que te has pegado con ella.

¿Qué es lo que pasa? Que puedes ver qué hay debajo, no gustarte, ponerle la piedra de nuevo encima y hacer como que lo lo has visto.

Pero, también es verdad que una vez que lo has visto… ¿cómo haces para volver a no verlo?

No puedes.

Por eso te cuentas milongas, a veces trascendentales y de una naturaleza superior, y, otras, explicaciones súper racionales con toda la lógica que no dejan de ser una patraña más.

Lo cual, genera más frustración y más insatisfacción.

En distintos momentos de los últimos meses, me he sentido muy impostora sin razón aparente.

Lo de “sin razón aparente” el la pieza clave donde sabía que tenía que profundizar.

Porque es muy fácil (y está de súper moda) ser “vulnerable” y admitir que te pasa eso, pero no sirve de mucho si no “te enfrentas” a eso.

Porque, si te sinceras 100%, y te hablas con la verdad de frente, tú sabes lo que tienes que hacer.

Puedes posponerlo hasta el infinito si quieres.

Puedes elegir autoengañarte.

Puedes hacer como que no has visto nada.

Pero sabes de sobra que es todo una milonga que te cuentas para escurrir el bulto.

En mi caso, debajo de esa frustración, había muchos frenos que me estaba poniendo a mí misma, sobre lo que podía o no podía hacer.

Por eso, estoy usando esas 2 cosas como gasolina para hacer algunos cambios que, aunque serán todo un reto, pero creo que valdrán la pena.

Tolerancia a la frustración le llaman…

Y, en cuanto a la insatisfacción… creo que también le estoy pillando el punto.

En lugar de verlo como “no llegar al objetivo” lo estoy viendo más como qué puedo hacer de forma concreta y tangible para que lo que no me cuadra sea un reto para mejorar.

Y ahí, es donde creo que está el verdadero crecimiento.

 

 

Si quieres mantenerte al tanto de todas mis publicaciones apúntate a mi newsletter aquí

 

Cómo encontrar tu voz para desarrollar grandes ideas

Hace poco tuve una conversación con una chica que trabaja cada día con IAs que me dejó bastante impactada.

Mucho se habla últimamente de que se están entrenando a los cacharros estos de forma sesgada.

Que, por ejemplo, si le pides a uno que cree la imagen de una mujer, será blanca, delgada normativa y caucásica.

Todo lo que se salga de ese estereotipo, no le va a salir por defecto.

Esto lo decimos aquí, en occidente, y nos indignamos por la falta de diversidad y todo el rollo.

Pero, resulta que, lo que me comentaba esta chica, es que en Asia está pasando lo mismo: las IAs chinas no reconocen los rasgos occidentales tampoco.

Esto, en cuanto a la imagen de las personas. Pero lo mismo pasa poco a poco con las ideas.

¿Se viene un mundo extra polarizado?

¿Tan tan radical, que ni siquiera una IA reconoce algo que no sea lo de su cuerda?

Sí, se viene.

Como si ya no fuese poco lo dividido que está.

Este panorama en el que no se contemplan los grises, parece que nos invita a escuchar a 2 bandos, del tema que sea para, por supuesto, posicionarse.

Desde ahí, simplemente la labor de cada individuo es regurgitar el discurso del bando elegido.

No hay mezclas de ideas. Hay blancos y hay negros.

Falta riqueza y unir conceptos.

Escasean puntos de vista que añadan matices.

Puede ser que estemos viviendo una gran crisis de pensamiento crítico causado por los mensajes reduccionistas y, también, por la necesidad básica de supervivencia.

De la urgencia y del corre-corre en el que vivimos.

Ya pero… ¿Cómo afecta este efecto a tu trabajo y a tu marca personal?

 

 

Muchas ideas, poco tiempo para pensar

 

La situación es que todo nos orienta a que “nos posicionemos en un bando”.

Que elijamos un color.

Pero, la realidad de la gente inquieta, es que en el backstage de nuestra cabeza tenemos ideas propias que están enterradas detrás del ruido.

Ese sentir que, por ahí atrás, hay muchas movidas haciendo sus clics, pero que no encontramos un “momento de tranquilidad” para sentarnos a escribirlo y a desarrollarlo un poco.

En la vorágine del día a día y de “lo urgente”, no nos paramos a descubrir de ninguna forma en qué está trabajando nuestra mente, qué ha observado, o qué le ha llamado la atención.

Ni siquiera cuando ya nos llama a la puerta una idea más o menos formada.

El exceso de narrativas ajenas hace que nos cueste encontrar una voz propia y llegar a ideas propias. O a historias propias.

Porque, seamos realistas: no nos satisface solo consumir e imitar.

Crear nuestras ideas es importante también, es inherente al ser humano.

Sí, sabemos que podemos aportar mucho con el conocimiento que tenemos, dar forma a un servicio o un producto toguapo que nos satisfaga y que ayude a la gente.

Pero tanto exceso externo de todo, nos bloquea.

Además, en estos tiempos que corren, no solo es que hay un ruido ensordecedor, sino que las posibilidades son infinitas.

Demasiado infinitas.

¿El resultado? Nos dedicamos a “producir” sobre lo que ya hay. Generamos datos, compartimos información, damos “tips”… pero no conectamos ideas.

No creamos un curso, o un servicio, o un post para redes, sino que rellenamos una caja con lo que sea “cuando toca”.

 

Entonces… ¿cómo salimos de este bucle de influencia polarizada para encontrar nuestra voz y desarrollar esas ideas que nos sobrevuelan?

Básicamente: trabajar con estructura.

Unos pasos, un marco de trabajo, un flujo de acciones.

Es mi obsesión cuando trabajo con clientes, crear esa estructura. 

No requiere de inspiración, de motivación ni de encontrar el momento adecuado.

Ojalá tener todo eso también, pero no podemos depender de ello.

De la estructura sí podemos depender.

Todo esto da más trabajo y hay que poner energía e intención.

Porque vamos a asumirlo: seguramente no te dé para un post diario en tu red social favorita porque requiere de trabajo de calidad.

La estructura convierte pensamientos en ideas.

Luego, la planificación, convierte ideas en acciones.

Producir ese trabajo, es arriesgado, porque puede no gustar a algunas personas.

Puede no ser entendido por “la masa”.

Porque te saca del blanco o del negro.

Da otro punto de vista, o una experiencia valiosa.

Es un gris.

Incluso, un azul.

O un verde fosforito.

Es otra cosa que, incluso, a alguna gente le cueste identificar o etiquetar.

Y ese nuevo color es precisamente el que conecta con las personas adecuadas para ti.

Porque es una idea, o un concepto que te has sacado de la manga a base de unir tú los puntos y las observaciones que has ido haciendo.

Y, ¿sabes qué? Esto es justo lo que hace que una persona referente, lo sea.

Un referente no sigue exactamente lo que dicen el resto.

Lee, observa, saca conclusiones y se moja.

Crea su storytelling, no su storyselling.

Y, un post, un negocio, un servicio, un producto o cualquier proyecto en general, requieren de estructura, de salir de la cabeza y de apagar el ruido polarizado.

Como el de las IAs.

En resumen, de atreverse a ser gris.

 

 

Si quieres mantenerte al tanto de todas mis publicaciones apúntate a mi newsletter aquí

 

Lo que te está frenando no eres (solo) tú

En marzo estuve haciendo Coruña-Madrid ida y vuelta todas las semanas para hacerme un curso de historia del arte.

Son de esas cosas que hago cuando me da el punto y que incluye cogerme aviones a lo loco.

Dato random: a esto de hacer muchos kilómetros para cosas extremadamente concretas, mi amiga Marina lo llama “hacerse un Falcón”.

El caso es que, en uno de esos vuelos hubo un retraso grande y me puse a revisar en qué había gastado mi dinero en los últimos meses.

La conclusión: había gastado bastante poco y, realmente, en lo que había metido pasta había sido en experiencias memorables y enriquecedoras para mí.

Y esta conclusión de verdad que me sorprendió.

A pesar de no ser una persona súper derrochadora, sí que reconozco que en otros momentos en los que hice esta “revisión” me di cuenta de que había gastado pasta en chuminadas innecesarias.

Casualmente (o no tan casual) esos momentos de más consumo coincidían con momentos menos brillantes en los que igual no me encontraba tan bien, o me sentía más insegura.

Y, cuando hablo de consumo, la verdad es que no solo me refiero a gastarme pasta en unos zapatos que no necesito, sino también en consumir redes y chorradas online.

Lo que viene a ser tragar sin mesura.

Consumir en su definición más amplia.

Evadirse a tope para acabar aflojando la cartera.

O meterse a tope en redes para (de nuevo) acabar aflojando la cartera.

Capitalismo wins.

 

Entonces…

¿Será que el Capitalismo nos quiere infelices?

¿Será que quiere que, en lugar de preguntarnos qué nos inquieta, prefiere que nos dispersemos y no pensemos demasiado en ello?

¿Será que todo está configurado para que, en lugar de CREAR nos dediquemos a CONSUMIR?

Porque es eso: en estos meses que me he sentido súper bien con mi rollo, no solo he consumido menos, sino que he creado más.

 

 

Evadirte y abrumarte, todo a la vez

 

Quien más y quien menos, tiene inseguridades que le llevan a autosabotearse.

Seguro que te ha pasado.

Pero hay un “estado” en el que vivimos muchas personas que, además, nos abruma bastante, sobre todo por tener que vivir con ello en un mundo tan loco.

Y es el exceso de sensibilidad.

Llámale sensibilidad artística, creativa, facilidad para la generación de ideas… es ir con una antena extra instalada.

Cuando, aún encima, te das cuenta de que tú ves cosas (aka esa sensibilidad modo ON) en lugares donde otras personas no ven nada… entra ese sentimiento de bicho raro que ya comentamos que tendríamos que legitimar.

Porque es verdad que se puede llegar a sentir un poco de aislamiento.

¿Qué pasa con ese borbotón de ideas que tienes? 

Que si (además) lo mezclas con un poco de inseguridad, lo vives tan heavy que es muy posible que, en lugar de crear algo, busques no pensar demasiado en ello.

Evadirte.

Y, para eso, el Capitalismo está ahí sirviéndote esa opción en bandeja de plata, convirtiendo personas súper competentes y capaces, en borregos que solo siguen “lo que se debe hacer”.

Le pones un tapón a toooodo lo que podrías crear porque no sabes ni por dónde abordarlo.

Te abruman tus ideas, tu percepción vitaminada de las cosas.

Todas las posibilidades de los proyectos que se te ocurren.

Tanto, que casi mejor que otra persona te diga lo que tienes que hacer.

El resultado: que no creas, ni desarrollas tus ideas libremente.

Todo está dispuesto para facilitar que eso no suceda.

¿Y si el mayor acto de rebelión contra el Capitalismo fuese, precisamente, quitarle el tapón a tu visión y perspectiva y crear algo con ello?

Ser irreverentes creando más y consumiendo menos.

Si gente como tú, competente y con ideas de impacto positivo, viven adormecidas, no vamos a poder crear un Capitalismo más consciente que sume al menos un poco más de lo que resta.

 

Si quieres mantenerte al tanto de todas mis publicaciones apúntate a mi newsletter aquí

 

Las 3 veces que lloré desde que tengo empresa

 

La primera vez: Cuando pensaba que todo estaba hecho (principio de 2020)

 

En mi sector, la gente me conocía en aquella época.

Fue la consagración de “La Falcón”, que es como siempre me han llamado (y me llaman) en el mundillo profesional.

Por algún motivo (fruto de no haber posicionado bien mi marca personal) la gente me llamaba para apagar fuegos y comer marrones.

Muchas veces, obraba verdaderos milagros (y en tiempo récord) para empresas muy grandes con problemas muy grandes.

¿Te pasa eso de que, una vez resuelves algo muy difícil, luego tu cliente espera que la próxima vez lo hagas como mínimo igual de bien y de rápido?

Pues eso: EL listón cada vez estaba más alto y yo, cada vez más presionada y desquiciada.

El caso es que, en 2019, yo me estaba acercando mucho al lugar deseado: “el éxito”.

Pensaba que “ya estaba”.

Que después de comer tantos brownies acababa de llegar al prometido Olimpo de los Dioses.

Compramos esta idea de que “hay un sitio al que llegar”, en lugar de ver el camino como la parte que tiene que tener sentido, independientemente de a dónde llegues después.

Y… ¿Cómo había llegado yo? Pues con un posicionamiento de marca con el que la gente me pagaba para presionarme a obrar milagros.

Todas las decisiones que tomaba estaban motivadas solamente por acceder al lugar del éxito prometido.

Cuando llegó la pandemia, y todo empezaba a tambalearse, me di cuenta de que aquello no había valido la pena.

De repente, nada tenía sentido.

Esa fue la primera vez que lloré.

 

 

2. Cuando peté por burnout (primavera de 2021)

 

Superada la pandemia (en teoría) yo iba en un piloto automático muy chungo.

Como la mayoría de la gente, supongo.

Lo complicado de los tsumamis, no son la ola en sí, sino la resaca de después.

Ahí es cuando llega el verdadero bajón.

Para ese momento, no había ni rastro de marca personal, ni de rumbo claro, ni de la vida como la había conocido hasta ese momento.

Ya no es que estuviese en modo supervivencia, es que trataba de recuperar lo de antes.

Y claro, una cosa es como a ti te gustaría que fuesen las cosas y, otra muy distinta, cómo son realmente.

Cuando fuerzas en volver a algo que ya no existe, solo te queda por delante un camino de frustración y de darse cabezazos contra un muro.

Esa primavera, peté del todo.

Sí, se suponía que había llegado “al éxito”, ya trabajaba con clientes TOP (idealizados), me había abierto paso en todo ese camino y, desde fuera, todo parecía brillar.

Todas mis decisiones habían sido tomadas para mantenerme en “lo esperado”.

Lo supuestamente ideal.

Lo que debía ser.

Lo que cualquiera soñaría.

Cualquiera, menos yo, por lo visto.

Porque yo no podía sentirme más quemada y hundida.

Esa fue la segunda vez que lloré.

 

 

3. Cuando dije que no a miles de euros (finales de 2022)

 

Cuando volví de mi parón por burnout, después de tantos meses, no tenía nada.

Ni claridad en lo que quería hacer, ni marca personal, ni mucho menos clientes.

Nada de nada.

Solo sabía que las cosas tenían que ser distintas a como habían sido hasta ahora.

Pero aún así, sin tener nada, hubo un día que rechacé un proyecto de bastantes miles de euros… Cuando tenía cero trabajo para los siguientes meses.

Lo hice porque iba a ser más de lo mismo, y me aterraba dar pasos atrás hacia lo “malo conocido”.

Pero ese día lloré igual (la tercera vez) porque estaba acojonada, la verdad.

Lo tenía claro, pero eso no le restaba ni un poco de miedo.

La diferencia es que esas lágrimas ya no fueron de desesperanza, ni de resignación.

Fueron de entereza.

Y de un poquito de rabia.

Creo que hay un punto en el que hay que confiar en que vas a sobrevivir.

Siempre lo hacemos.

De alguna forma, cada persona es parte de un sistema de muchas otras personas y situaciones.

Como una red con nodos.

Si tu nodo se mueve, el resto se reajustan, buscan su lugar.

A veces, solo es cuestión de hacer un movimiento que hace de efecto dominó de muchas cosas.

Yo decidí apostar por mi marca personal renovada, y por creer que, después de tanto tiempo comiéndome marrones en empresas, tenía algo que aportar.

Me curré un montón de marcos de trabajo interconectados entre sí, que son la base de mis Mentorías y fui creando experimentos.

Muchos de ellos, funcionaron.

Otros, fueron una mierda.

Pero me sirvieron para mejorar los buenos y para seguir tomando decisiones hacia un lugar con más sentido.

2 años y pico más tarde de haber hecho estos movimientos… Un nuevo sistema se ha creado.

En él, hay personas que ya no están, tipos de trabajos que ya no hago, y unas cuantas decepciones de las que he tenido que pasar página.

Pero también hay proyectos que ni me hubiese imaginado, gente increíble que ha llegado y clientxs con negocios montados que me llenan de satisfacción.

Yo no creo que lo que haya que hacer sea dar un salto al vacío (que siempre va a dar mucho respeto), sino crear una hipótesis y probarla.

 

En el libro de “Julio César” de Shakespeare, Casio le dice a Bruto:

“La culpa, querido Bruto, no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos”

 

Lo que viene a ser: gran parte del resultado de nuestra vida no son “cosa del destino”, como dice Casio.

Sino consecuencia nuestras propias decisiones dentro del margen de maniobra que tenemos cada persona con las fichas con las que nos ha tocado jugar.

La otra parte, dependerá de variables del contexto, sobre las que no tenemos control.

Pero todo el mundo tiene sus fichas.

Algunas dan más juego que otras, claro.

El problema es cuando juegas al ajedrez con las fichas del parchís.

Cuando persigues una idea de “éxito” que nada tiene que ver ni contigo, ni con tus fichas.

Cuando decides con condicionamientos externos y dogmas que no vienen a cuento.

Cada día, hay 1000 decisiones que tomamos que nos acercan a un lugar o a otro.

Dentro de pocos años, recogerás los resultados de las decisiones que tomas ahora. Y pasa que, muchas veces, nos sorprendemos para mal.

No entendemos qué ha pasado, cómo hemos llegado hasta ahí.

La respuesta, no está en las estrellas, como dice Casio.

En gran parte, está en el tipo de decisiones que tomas en la actualidad, guiadas por el status quo.

Entonces… ¿qué estás decidiendo hoy?

 

Si quieres mantenerte al tanto de todas mis publicaciones apúntate a mi newsletter aquí