En marzo estuve haciendo Coruña-Madrid ida y vuelta todas las semanas para hacerme un curso de historia del arte.
Son de esas cosas que hago cuando me da el punto y que incluye cogerme aviones a lo loco.
Dato random: a esto de hacer muchos kilómetros para cosas extremadamente concretas, mi amiga Marina lo llama “hacerse un Falcón”.
El caso es que, en uno de esos vuelos hubo un retraso grande y me puse a revisar en qué había gastado mi dinero en los últimos meses.
La conclusión: había gastado bastante poco y, realmente, en lo que había metido pasta había sido en experiencias memorables y enriquecedoras para mí.
Y esta conclusión de verdad que me sorprendió.
A pesar de no ser una persona súper derrochadora, sí que reconozco que en otros momentos en los que hice esta “revisión” me di cuenta de que había gastado pasta en chuminadas innecesarias.
Casualmente (o no tan casual) esos momentos de más consumo coincidían con momentos menos brillantes en los que igual no me encontraba tan bien, o me sentía más insegura.
Y, cuando hablo de consumo, la verdad es que no solo me refiero a gastarme pasta en unos zapatos que no necesito, sino también en consumir redes y chorradas online.
Lo que viene a ser tragar sin mesura.
Consumir en su definición más amplia.
Evadirse a tope para acabar aflojando la cartera.
O meterse a tope en redes para (de nuevo) acabar aflojando la cartera.
Capitalismo wins.
Entonces…
¿Será que el Capitalismo nos quiere infelices?
¿Será que quiere que, en lugar de preguntarnos qué nos inquieta, prefiere que nos dispersemos y no pensemos demasiado en ello?
¿Será que todo está configurado para que, en lugar de CREAR nos dediquemos a CONSUMIR?
Porque es eso: en estos meses que me he sentido súper bien con mi rollo, no solo he consumido menos, sino que he creado más.
Evadirte y abrumarte, todo a la vez
Quien más y quien menos, tiene inseguridades que le llevan a autosabotearse.
Seguro que te ha pasado.
Pero hay un “estado” en el que vivimos muchas personas que, además, nos abruma bastante, sobre todo por tener que vivir con ello en un mundo tan loco.
Y es el exceso de sensibilidad.
Llámale sensibilidad artística, creativa, facilidad para la generación de ideas… es ir con una antena extra instalada.
Cuando, aún encima, te das cuenta de que tú ves cosas (aka esa sensibilidad modo ON) en lugares donde otras personas no ven nada… entra ese sentimiento de bicho raro que ya comentamos que tendríamos que legitimar.
Porque es verdad que se puede llegar a sentir un poco de aislamiento.
¿Qué pasa con ese borbotón de ideas que tienes?
Que si (además) lo mezclas con un poco de inseguridad, lo vives tan heavy que es muy posible que, en lugar de crear algo, busques no pensar demasiado en ello.
Evadirte.
Y, para eso, el Capitalismo está ahí sirviéndote esa opción en bandeja de plata, convirtiendo personas súper competentes y capaces, en borregos que solo siguen “lo que se debe hacer”.
Le pones un tapón a toooodo lo que podrías crear porque no sabes ni por dónde abordarlo.
Te abruman tus ideas, tu percepción vitaminada de las cosas.
Todas las posibilidades de los proyectos que se te ocurren.
Tanto, que casi mejor que otra persona te diga lo que tienes que hacer.
El resultado: que no creas, ni desarrollas tus ideas libremente.
Todo está dispuesto para facilitar que eso no suceda.
¿Y si el mayor acto de rebelión contra el Capitalismo fuese, precisamente, quitarle el tapón a tu visión y perspectiva y crear algo con ello?
Ser irreverentes creando más y consumiendo menos.
Si gente como tú, competente y con ideas de impacto positivo, viven adormecidas, no vamos a poder crear un Capitalismo más consciente que sume al menos un poco más de lo que resta.
Si quieres mantenerte al tanto de todas mis publicaciones apúntate a mi newsletter aquí