Usa la comparación tóxica como herramienta a tu favor

La comparación es un mecanismo evolutivo que está ahí para que permanezcas con vida.

No vas a dejar de usarlo, por muy “tóxico” que te parezca.

Es inevitable.

Pelearse con la naturaleza, me parece un poco pérdida de tiempo.

Por eso, cuando acabes de leer este texto, sabrás cómo usar este mecanismo innato, a tu favor.

 

Te cuento.

 

En todo este tema, puedes tratar de centrarte en tu propia evolución (faltaría más), y comparar tus resultados actuales con los pasados.

Pero a no ser que vivas en una burbuja que flota fuera de la realidad, tu cerebro va a buscar una referencia en el exterior para saber cómo de bien o de mal lo estás haciendo.

 

Y nada es bueno o malo, ni alto ni bajo, si no es por comparación.

Por eso, hace falta esa referencia.

Tu cerebro lo que busca es no quedar en una posición de desventaja con respecto a otras personas (gente que percibimos que están en mejor posición, en comparación)

Es así como funciona.

Es una respuesta adaptativa.

Si no encuentra esa posición de ventaja, frente al caso con el que te compara… alarma.

El tema es que, el hecho de compararse en sí, no tiene absolutamente ningún problema asociado.

La interpretación de esa comparación, es la que causa los problemas.

Espera, espera, que me explico bien…

 

En el acto de comparar, lo habitual es que cualquiera salga perdiendo. Porque siempre va a haber alguien que lo esté haciendo “mejor”.

En lo que sea.

 

 

Siempre habrá alguien con más [inserte aquí lo que sea que le afecta en sus comparaciones]

 

Pero aun asumiendo esto, lo de que no vale de mucho buscar estas interpretaciones, porque siempre hay un escalón más hacia el pedestal… no dejamos de hacerlo.

¿Por qué? Porque las redes sociales nos convencen de que todo el mundo estamos jugando al juego en el mismo tablero.

Perdona, me he atragantado con mi risa.

Prosigo.

Es todo tan cercano, que te parece que algo que está consiguiendo otra persona, es totalmente factible para ti. Cuando, la realidad, no sabes desde dónde empezó la otra parte, qué recursos tiene o con qué contactos contó.

 

Con lo cual, el quid de la cuestión de la comparación, no es solo que sales perdiendo, sino:

  1. Que no sabes cómo lo hizo, te falta mucha información

  2. Como te falta información, todo parece más fácil y, si tu no estás ya ahí, es que “eres inútil

En este caso, para que me sigas la explicación, vamos a suponer que la otra persona en cuestión, realmente está en mejor posición que tú, y no es un fake producto de las redes sociales.

Cuando te comparas, lo que realmente sale a la luz, es el hueco que hay entre dónde estás tú, y donde está la persona objeto de comparación.

El resultado (dónde está la otra persona) es lo que te produce envidia, o admiración (depende de si lo encajas más en positivo o en negativo).

Pero ese hueco entre dónde estás tú, y dónde está la otra, es el problema real.

Es el centro de lo que te genera malestar.

Sí, necesitas el logro del otro/a, pero el hecho de que te falte ese camino por andar, que lo veas muy difícil, o incluso que no sepas muy bien qué hay que hacer, te genera frustración, rabia y, vamos a admitirlo, muchas veces, de envidia también.

 

Esas emociones incómodas, son las que abren la veda a un sinfín de comportamientos y decisiones auto-destructivas, basadas en un sentimiento de inferioridad que nos produce ver ese HUECO enorme delante.

No sabes cómo transitar ese espacio entre un punto y el otro.

Toda esta movida, alimenta tu posición de desventaja, porque ya te metes a infravalorar tus habilidades, tus logros, tus conocimientos, etc.

Desprecias todo eso.

Aprecias todo lo ajeno.

Te faltas el respeto a lo grande.

 

Ese hueco es lo que te hace que…

A/ Empieces a rajar de la otra persona para defenderte de esas emociones “negativas”. Puedes infravalorar lo que tiene, o ha hecho, por ejemplo

B/ Empieces a tomar decisiones estúpidas que te hagan bajarle intensidad a todo eso que estás sintiendo. Acciones apresuradas y pasos desesperados que simulan un avance hacia adelante. Lo que sea, pero que te quite urgentemente esa emoción chunga

 

Si fueses del perfil A, no estarías leyendo este texto.

Así que presupongo que, si te pasa esto, eres del B, como lo era yo antes de contarte lo que viene a continuación.

Yo tomaba decisiones que no solían traer nada bueno. Decisiones que, muchas veces, no eran para mí, ni iban tras cosas que yo quería en mi carrera o vida personal.

Me encontraba comparándome con otras personas que, ahora, me doy cuenta de que no tienen una vida o un trabajo que yo quiera de verdad. 

Que me ilusione. 

Quizás me daría status, o algo más de dinero… pero nada más que a mí me parezca “envidiable” si lo analizo en detalle.

Pero, las emociones, no se pueden fingir, ¿no? Si algo te produce envidia, lo sientes de verdad.

Mi emoción envidia, consecuencia de “ponerme al lado” de otra persona, era de verdad.

Vale, quizás no sea el yate, ni el chalet de 2 plantas, ni el vestido de Dior… pero entonces…

¿Qué estaba pasando?

¿Por qué me sentía así?

 

 

Tira de la primera capa

 

El ejercicio para sacarle jugo a esta movida, y usar tu mente de la forma más inteligente posible, es el siguiente.

El primer paso: haz el esfuerzo de quitar la capa de emociones desagradables para tratar de mirar “el caso” cual detective en plena investigación

¿Te comparas con alguien? Estupendo. ¿De tu sector o similar? Genial. ¿Te produce un estrangulamiento en el estómago? Perfecto.

Segundo paso: sácate a ti de la ecuación, y analiza. ¿Qué es lo que REALMENTE te produce envidia? ¿Qué es eso que no tiene esa persona, que te hace sentir tan mal?

Te voy a poner mi ejemplo personal, para que se entienda esto:

Tal persona me produce envidia. ¿Por qué?

Reviso… ¿el yate? No, eso me da igual. ¿Por el anillo de diamantes? No, eso yo no lo valoro.

Tú ve revisando elemento a elemento.

Continúo:

¿Que vaya a Pilates? Mmmm… a mí pilates no me gusta, eso no me da envidia… pero que vaya a pilates a las 12 de la mañana si le apetece, ESO, sí me la produce. Sí, ¡eso es!: envidio la ligereza con la que va por la vida.

¡¡¡AHÍ!!! Ahí hay algo.

¡Lo que quiero en mi vida es más ligereza! Por eso había cierto tipo de perfiles que me producían envidia (a quienes, por cierto, ya no sigo en redes)

En el pasado, pensaría “tengo envidia a esta tía, quiero ser como ella. Voy a comprarme un bolso de Vuitton igualito al suyo”

Me pillaría el bolso, y me seguiría sintiendo igual de mierder.

¿Lo ves? Decisiones estúpidas, que uso para quitarme de encima el malestar cuanto antes.

En mi caso, siguiendo con el ejemplo, cuando me di cuenta que lo que me hacía salir perdiendo en la comparación, era esa falta de ligereza en mi vida, empecé a cambiar mi lifestyle y, poco a poco, y también a crear la empresa que me permitía poder ir al gimnasio a las 12 de la mañana si quiero (como hago ahora).

A tener una vida más integrada, que es lo que en esencia quiero (es un tema del que, si quieres, hablamos otro día, porque es otro melón)

Todo esto, me parece súper útil para convertir la comparación en una súper herramienta de auto diagnóstico.

En mi caso, ya tengo la ligereza que tanto echaba de menos, ahorrándome la pasta del Vuitton.

¿Sientes envidia cuando te comparas? Bien por ti.

Detecta a qué es y úsalo como súper poder.

Ahí tienes la materia prima para dar forma a tus planes y a un futuro lleno de satisfacción.

 

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