Todos los podcast que mueren sin llegar al episodio 20.
Publicaciones en Linkedin salen a diario la primera semana y luego nunca más se supo.
Los 10.000 pasos al día que pasan a ser 200 a la semana en menos de un mes.
El año nuevo insufla en las personas un falso optimismo que es digno de admiración.
Hay 2 extremos.
Por un lado, las personas que, solo por el hecho de que pasemos una frontera imaginaria (en este caso, el cierre de un año y el comienzo de otro) nos puede hacer cambiar radicalmente en cosas que, en los 365 días anteriores, no tuvieron lugar.
Cosa que luego no pasa, o no dura, y genera muchísima frustración.
Por el otro lado, están las personas que, directamente, asumen que “no van a ser constantes” porque ya rompieron sus promesas demasiadas veces en el pasado.
Tantas veces, que yo confían en sí mismos/as.
En cualquier caso, la raíz de la falta de constancia, puede ser por muchos motivos, entre ellos, el más habitual: el de ponerse objetivos por comparación.
Porque “ahora hay que publicar a diario en la red whatever”, porque “necesitas hacer un funnel X”, o porque fulano hace tal y “se ve que eso es lo que lleva al éxito a la gente”.
Si nos ponemos objetivos con esa base… ya empezamos mal.
Porque, probablemente, no sea un objetivo tuyo y, por lo tanto, la falta de constancia y motivación está asegurada.
Pero luego está cuando el objetivo SÍ es tuyo y no te lo pones por comparación, sino porque crees que te hará feliz, o sentirás realización o lo que sea.
En este caso, influyen otros factores.
Porque, esbozar una idea, es fácil.
Empezarla, también.
Lo chungo es mantenerla en el tiempo como para darle continuidad o acabarlo si es un proyecto concreto.
Cambio radical not found
Cuando nos ponemos objetivos forzados y a veces tan poco factibles, es porque creemos que en el año nuevo nos despertaremos como una nueva persona, centrada, motivada, más lista y sin tentaciones.
Por eso nos ponemos 27 hábitos nuevos y 32 proyectos pendientes para empezar.
Eso de ir de uno en uno no es propio del cambio radical que quiero ver en mí.
Ir poco a poco y siguiendo un plan con constancia no tiene la épica suficiente.
Nos apuntamos al gym, empezamos la dieta detox, comenzamos a meditar, y nos ponemos a tope con el podcast perdido que queremos empezar desde 2021.
Todo a la vez el mismo 2 de enero.
¿Para qué esperar? ¡Este va a ser mi año!
En todo este micro-teatro que nos montamos, hay algo que destaca: las altas expectativas.
Sean sobre nuestras propias capacidades (romper con malos vicios de un día para otro, por ejemplo) o sobre la situación y el entorno que nos rodea (tratar de perder peso cuando tenemos la despensa llena de chocolatinas).
Y, así, idealizamos los resultados.
Mola mucho pensar en lo bien que me sentiré cuando vea todas las semanas un nuevo vídeo publicado en mi canal de Youtube, y esa es la parte que ponemos en un pedestal.
Pero, seguramente sería más útil venerar lo feliz que te hará el proceso de creación de esos vídeos en sí.
Es el mundo que valora las recompensas instantáneas que estamos creando.
Si te sorprendes a ti mismo/a con el pensamiento recurrente de lo guay que será cuando veas tus vídeos publicados, pero ni un solo minuto perdiéndote en qué idea puedes crear, cómo la contarías y cuál sería el set up de grabación…
…posiblemente estés idealizando el resultado y no el proceso de creación.
Y, por lo tanto, no habrá cambio radical que valga a la hora de hacer realidad ese proyecto.
Yo lo he visto en mí misma.
Por seguir el ejemplo de Youtube, el proceso en sí de grabación, últimamente lo veía como un suplicio. Cuando en años anteriores, no me pasaba eso, sino que todo fluía y publicaba con mucha regularidad.
Idea de vídeo -> pequeño guión -> grabación -> editar un par de cositas. Y LISTO.
La verdad es que no entendía por qué me estaba pasando este nuevo bloqueo ahora con un tema en el que yo ya me desenvolvía.
Pero hace unas semanas, por fin caí del guindo.
Como estaba más centrada en el resultado, estaba complicando demasiado el proceso.
¿Por qué? ¿Por qué habría yo de pegarme tiros en el pie a mí misma?
Pues porque, al tener el foco en el resultado (quería que quedase algo de “mucha calidad”), quería hacer demasiadas cosas innovadoras a la vez (me refiero a innovadoras para mí) lo cual hacía todo el proceso de grabación mucho más largo, con muchos más problemas técnicos y, todo eso, me llevaba a que me ha pasado más de una vez de tener que volver a grabar el vídeo entero.
O a editarlo de nuevo entero.
Es decir… problemas que se convierten en retrasos y que te quitan (de paso) las ganas de continuar.
Por lo visto, idealizar los resultados, a veces, nos lleva a complicarnos la existencia innecesariamente.
Yo no me centraba en introducir una pequeña innovación de cada vez.
Metía 37 cosas que no controlaba todas en el plan de un único vídeo.
Simplificar no es fácil, sobre todo para quien sea un poco (o un mucho) perfeccionista.
Pero hacer las paces con un trabajo imperfecto, o con no meditar todos los días, sino “solo” la mayoría, o no bajar de peso a la velocidad ideal… creo que es básico para conseguir cualquier cosa.
Sea un hábito, un proyecto, o cualquier propósito del año nuevo.
Menos idealizar, más flexibilidad y, sobre todo, más objetivos que valen la pena con disfrute de los momentos de construcción.
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