Hablemos del miedo a exponerse (y de los haters)

A mediados de los 2000s yo era una joven universitaria que, efectivamente, salía mucho de fiesta.

No me escondo.

En aquella época, no había los smartphones actuales, y aún no vivíamos las experiencias a través de una pantalla, como ahora.

Pero sí ahorré para comprarme algo que me flipaba: mi primera cámara de fotos compacta.

Por supuesto, la sacaba de fiesta también.

Tengo cientos de fotos de aquella época.

 

EL vibe de los 2000s

 

Poco después, apareció el Facebook.

Allí, al principio, tenía a mis amigos, a lxs compis de la universidad y, poco a poco, se fue sumando gente con la que había estudiado o trabajado en distintos países.

Quizás nos olvidamos, pero el nacimiento de esta red, servía para eso: para no perder el contacto.

Para que tu círculo supiese de tus andanzas.

La cuestión es que, durante unos (pocos) años, lo que hacíamos la mayoría era descargar todas las fotos del carrete de whatever fiesta, viaje, o evento al que íbamos y, como mucho borrábamos las que estaban muy movidas.

El resto, se subían todas, de un solo clic, al álbum de Facebook correspondiente.

Editar no era ni siquiera un tema a plantearse en aquel entonces.

No te preocupaba si tenías ojeras ese día, o si estabas haciendo demasiado el payaso.

No había miedo al éxito.

No ibas a recibir comentarios de desconocidos diciéndote que “ya te vale por subir una foto con ese grano”.

A pesar de que pueda sonar a señora pureta, reconozco que muchas veces echo de menos esa época.

Que todxs fuésemos por la vida así de desprendidos.

Que lo más importante era si lo pasábamos bien o no.

Que compartiésemos esos buenos momentos de celebración con nuestra red.

Eso era el postureo antes.

Divertirse y despeinarse sin reparos.

Pero las redes ya no son ese lugar.

Ahora las fotos están editadas, llevan filtros, stickers y música en tendencia.

No hay gente despeinada.

Ya no solo te ve tu gente más cercana.

Te ve todo aquel que quiera verte.

No pones una canción de los 90 que a ti te gusta, sino que pones la última de Shakira para tener más views.

Realmente, es posible que no te vea tanta gente, pero la sensación de “salir ahí fuera y exponerte” crea un efecto en el ego que puede perjudicarte.

En mi día a día, hablando con mis Change Makers en las mentorías, veo que les da reparo hacer cosas muy pequeñas, por un tema de imagen.

Porque tienen miedo a que les caiga hate.

No estamos hablando de personas con medio millón de seguidores.

Hablamos de gente con 500, 1000 o 2000.

El ego sale a defendernos, con ese convencimiento que tiene de que todo el mundo nos está mirando.

Pero, independientemente de la importancia que pueda darse nuestro ego…

¿Por qué en los tiempos actuales nos paraliza tanto el hate?

Y digo paralizarnos hasta el punto de no ir tras nuestro objetivo por querer evitarlo como sea.

 

 

La era de los ofendiditos y de lo políticamente correcto

 

Durante mucho tiempo, yo posteaba “para la masa”.

Para no ofender a nadie, para tratar de adelantarme a cualquier posible objeción.

Para que no hubiese malentendidos.

Para hacerme ver como alguien profesional y correcta.

Era ese helado de vainilla que, no está mal, porque le daba cierta profundidad a las cosas, pero no aportada nada sorprendente.

Era ir a por lo seguro.

Desde ahí, llegas hasta un tope.

Caes bien a todo el mundo, y a nadie en concreto.

Eres más de lo mismo.

Me diluía entre la multitud.

Desde ahí, tocas techo muy pronto.

No es que fuese 2 personas distintas en lo privado y en lo público.

Pero sí había muchas cosas que en público no se me ocurría decir.

 

¿Cómo iba a hablar del estrés que me producía la cultura empresarial actual? (Como luego hice aquí.)

¿Cómo iba a compartir públicamente que voy a tope de Síndrome de la Impostora? (Como luego hice aquí.)

¿Cómo iba a mojarme y comerme lo que provocaría decir que lxs Millennialls somos una generación de gente quemada y decepcionada? (Como luego hice aquí.)

 

Esto ha sido muy liberador, pero no te vayas a pensar que he conseguido llegar a grandísimas masas hablando de forma mucho más abierta y auténtica para mí.

Porque, vamos a asumirlo, la gente que llega a las masas* con su marca personal tira de uno de estos 3 recursos (por orden de dificultad):

Clichés y afirmaciones simplistas y reduccionistas, cero profundidad para que sea fácil de compartir (perfecto para lo políticamente correcto y seguidores de la psicología positiva)

Polarización máxima, si es con cierta agresividad, mejor (perfecto para ofendiditos)

Tener un equipo de gente trabajando para ti creando vídeos, copys y efectos sonoros súper atractivos para los sentidos de quien lo consume (un ideal que nos queda muy lejos a la mayoría)

*Dejamos fuera de esto al mundo influencers de lifestyle que, salvo excepciones, ahí te sirve con tener físico normativo y/o tener contactos. No es necesario el talento en muchos casos

La verdad, es que yo no me veía situándome en ninguna de estas 3 cajas.

Ni siquiera me veo a mí misma en el escenario de tener mi mini agencia de medios con un equipo de gente solo trabajando en mis contenidos.

No me motiva.

Y tengo comprobadísimo que, si escribiese frases de galletita de la suerte cada día, llegaría “más lejos”, tendría mucho más alcance y audiencia.

¿Por qué lo sé? Porque hice el experimento.

Hace un tiempo estuve un par de semanas publicando frases de ese tipo en mi Instagram, para ver por mí misma si era verdad, y mi cuenta creció el doble que una semana habitual.

Pero no me interesa,

Así que, para hacerlo a mi manera, solo me quedaba vencer el miedo al hate, y tratar de ser lo más transparente posible en cuanto a mis ideas y pensamientos sobre mi sector en particular.

¿Hay mucha mierda en todo el tema de emprendimiento y marca personal?

Vale, pues vamos a hablarlo.

 

¿Cómo lo hice? Pues pasando el hate con el filtro de la ley del espejo:

Este es un concepto del economista y coach Yoshinori Noguchi que asegura que, lo que ves en otras personas es algo que también ves en ti.

Ejemplo:

Si una persona te comenta “no tienes formación para afirmar eso”, lo que sucede es que él/ella cree de sí misma que no puede decir nada sobre un tema en el que no tenga una titulación que lo corrobore.

Por tu parte, pueden pasar 2 cosas: que te afecte, o que no. Si te afecta es que tú también crees de ti lo que te está diciendo (que, sin titulación, eres un fake).

En cambio, si te comentasen “eres un avión”, tú no te sentirías identificado/a con esa afirmación porque, claramente, eres una persona humana. Ese hate, no te afecta.

¿Por qué el otro sí? Porque te espejas y te identificas con ello, sino, te la bufaría.

 

Así que, respondiendo a la pregunta de ¿por qué nos paraliza el hate? la respuesta es… porque encuentras verdad en el comentario negativo, y eso provoca sentirte rechazado/a.

Lo cual… hace pupita.

 

En mi caso, decidí expresarme libremente y, cuando recibía hate o comentarios en desacuerdo, los aprovechaba para tirar del hilo de lo que provocaba eso en mí.

Hoy por hoy, he crecido tanto en ese sentido que agradezco cada comentario negativo por todo lo que me han hecho mejorar, para caerme mejor cada día y para reforzar mis ideas.

 

Como te decía, no he conseguido llegar a las masas con esto, pero es que yo ya sabía que eso no iba a pasar.

Es algo que asumo, sé que lo que cuento es para una minoría muy concreta.

Pero he conseguido lo que buscaba: conectar con las personas que realmente encajan conmigo y con las que me encanta trabajar.

Solo con esas.

Esa gente es la que me ha estado comprando todo este tiempo, o apuntándose al FalconNews.

Este año he tenido ventas de forma constante, y he aumentado mi porcentaje de conversión de un 52% a un 74% porque la gente que me llegaba era la adecuada, y es con la que me apetece de verdad trabajar.

Lo de exponerte de forma auténtica creo que es como eso que dicen sobre tener hijos: que nunca estás preparado/a.

No vale de nada guardar las balas para cuando sea que llegue el momento perfecto.

Quien tenga la inquietud por comunicarse, y por hablar de su negocio o de sus proyectos en redes, debería empezar cuanto antes a hablar con su voz y a nutrir a otras personas con sus ideas.

Como cuando creábamos esos álbumes de Facebook con nuestras fotos en crudo.

El hate, solo es un daño colateral de conectar con quienes realmente valen la pena.

 

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