¿Te pasa que en tu trabajo mezclas varias cosas para ejecutarlo?
¿Te pasa que, además, es complejo explicar exactamente a qué te dedicas?
¿Te pasa que, además, haciendo eso, te sientes un poco impostor/a?
En la Antigua Grecia, no había disciplinas separadas como las conocemos hoy en día.
Solo había 2 divisiones para el conocimiento: la ciencia universal y la filosofía.
La división de los temas de estudio no llegó hasta 1543 cuando con Copérnico empieza toda la movida de la Revolución Científica que finaliza en 1632 con Newton y sus cositas con la gravedad.
Hasta ese momento, ser un polímata que le da a todo, como Leonardo da Vinci o Miguel Ángel, era posible.
Pero, luego, ya había etiquetas concretas para formarse en cosas: en física, en literatura, en biología, en historia…
Así que, poco a poco, no solo se fueron etiquetando las disciplinas, sino también a las personas.
En el S.XX la cosa se especializa más aún, uniendo los temas de 2 en 2: biotecnología, psicopedagogía o electroquímica.
Es la etiqueta de la etiqueta.
El culto a la hiperespecialización empezaba a germinar.
Con ello, las personas se iban metiendo en cajas bien etiquetadas y fácilmente identificables.
El problemita es que a mucha gente le irá estupendo especializarse en algo, pero “los Leonardos” y los “Migueles Ángeles” seguían estando ahí fuera.
Sí, todavía existe la peña con múltiples inquietudes que hace sus mezclas de disciplinas para conseguir mejores resultados.
Y, con el tiempo, esas personas empezaron (empezamos) a pensar que había un problema con ellas porque o no sabían elegir carrera profesional o, si la elegían, no sabían explicar qué hacen de una forma concreta.
Hemos tenido una educación basada en hacer y seguir “lo que está bien”.
Pero no lo que está bien para ti.
Lo que está bien según unos dogmas establecidos que conviene que sigamos.
Nos dicen muy pronto, muy jóvenes, que “elijamos caja”.
Que elijamos y que nos casemos con ella para siempre.
Que es necesario precintarnos con una etiqueta.
Sí, elige “libremente”… pero elige.
Y “libremente” va entre comillas, porque también hay disciplinas que, por supuesto, están mejor vistas que otras.
Nos meten muy pronto en un sistema encajonado y limitante, para que lleguemos a pensar que “esto es lo que hay”.
Es un poco como el mito de la caverna de Platón. Solo que cambian la cueva por pupitres.
Desde ahí solo te queda asociar tu identidad a tu profesión, así que más te vale que sea algo de prestigio, o “con salidas” o que, como poco, aporte cierta seguridad, ya que tu autoconcepto (tristemente) dependerá de ello.
Con este panorama, volvemos a esos “Leonardos” (aka multipotenciales) que nos quedamos por ahí sueltos sin resonar con nada en concreto y con todo a la vez.
Esa sensación de ser alguien que no encaja en ninguna parte, no es algo que se lleve bien.
De ser gente inadaptada a tener el mando de la Play
Para sorpresa de nadie, el mundo después de 2020, es otro.
Que en 5 años más, va a ser otra movida diferente a lo que es hoy, tampoco es descubrirle la pólvora a nadie.
Los problemas que tenemos que resolver hoy, tienen que ver con temas, tipos de personas y contextos que nunca antes se habían visto.
No solo los problemas son otros, sino que hay que resolverlos con el tren en marcha.
Con este percal, las personas que se hayan especializado mucho en un tema concreto, claro que serán muy necesarias para resolver problemas de áreas muy específicas. Como siempre.
Peeeero, para resolver problemas que engloban muchos puntos y que son transversales a la vida de una persona, a una empresa, o al planeta… Hacen falta perfiles multipotenciales que tengan esa visión global de las cosas.
Que vean una situación como “un todo” y no como áreas estancas separadas.
Las personas multipotenciales somos más necesarias que nunca.
Ya no sirve solamente revisar tu problema de estómago de forma aislada.
Igual es que también hay que ver cuánto cortisol generas por tu gestión emocional.
Ya no sirve solamente querer incrementar ventas en el departamento comercial.
Igual es que también hay que mejorar los problemas de comunicación internos.
Esa visión global que da la mezcla de disciplinas y la apertura de mente, es de un valor incalculable hoy en día.
Y, en cambio, nosotros/as pensamos que tenemos algo averiado por no saber etiquetarnos.
Nos apocamos porque no sabemos explicar qué hacemos en una sola línea.
Queremos tener una marca personal bien posicionada, pero pensamos que, para eso, hace falta castrarse y renunciar a muchas de nuestras facetas.
Pensamos que “hay que elegir” y conformarse.
Pues no, no hay que elegir.
Lo que hay que hacer es usar toda esa energía que se gasta en tratar de encajar, para montar proyectos y marcas personales con un discurso potente, resolver problemas importantes y, sobre todo, saber comunicar desde esas mezclas y curiosidad propia.
En un mundo en el que las IAs van a mecanizarlo todo, las personas que podemos llegar a sitios nuevos a base de unir puntos aparentemente separados, tenemos las de ganar.
Tenemos la oportunidad de construir, por fin, algo nuevo.
Una Nueva Era de proyectos, marcas personales y negocios prometedores y valiosos.
Dejemos de ver esas cualidades como un lastre, y usémoslo como la virtud que es.
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