Las 3 veces que lloré desde que tengo empresa

 

La primera vez: Cuando pensaba que todo estaba hecho (principio de 2020)

 

En mi sector, la gente me conocía en aquella época.

Fue la consagración de “La Falcón”, que es como siempre me han llamado (y me llaman) en el mundillo profesional.

Por algún motivo (fruto de no haber posicionado bien mi marca personal) la gente me llamaba para apagar fuegos y comer marrones.

Muchas veces, obraba verdaderos milagros (y en tiempo récord) para empresas muy grandes con problemas muy grandes.

¿Te pasa eso de que, una vez resuelves algo muy difícil, luego tu cliente espera que la próxima vez lo hagas como mínimo igual de bien y de rápido?

Pues eso: EL listón cada vez estaba más alto y yo, cada vez más presionada y desquiciada.

El caso es que, en 2019, yo me estaba acercando mucho al lugar deseado: “el éxito”.

Pensaba que “ya estaba”.

Que después de comer tantos brownies acababa de llegar al prometido Olimpo de los Dioses.

Compramos esta idea de que “hay un sitio al que llegar”, en lugar de ver el camino como la parte que tiene que tener sentido, independientemente de a dónde llegues después.

Y… ¿Cómo había llegado yo? Pues con un posicionamiento de marca con el que la gente me pagaba para presionarme a obrar milagros.

Todas las decisiones que tomaba estaban motivadas solamente por acceder al lugar del éxito prometido.

Cuando llegó la pandemia, y todo empezaba a tambalearse, me di cuenta de que aquello no había valido la pena.

De repente, nada tenía sentido.

Esa fue la primera vez que lloré.

 

 

2. Cuando peté por burnout (primavera de 2021)

 

Superada la pandemia (en teoría) yo iba en un piloto automático muy chungo.

Como la mayoría de la gente, supongo.

Lo complicado de los tsumamis, no son la ola en sí, sino la resaca de después.

Ahí es cuando llega el verdadero bajón.

Para ese momento, no había ni rastro de marca personal, ni de rumbo claro, ni de la vida como la había conocido hasta ese momento.

Ya no es que estuviese en modo supervivencia, es que trataba de recuperar lo de antes.

Y claro, una cosa es como a ti te gustaría que fuesen las cosas y, otra muy distinta, cómo son realmente.

Cuando fuerzas en volver a algo que ya no existe, solo te queda por delante un camino de frustración y de darse cabezazos contra un muro.

Esa primavera, peté del todo.

Sí, se suponía que había llegado “al éxito”, ya trabajaba con clientes TOP (idealizados), me había abierto paso en todo ese camino y, desde fuera, todo parecía brillar.

Todas mis decisiones habían sido tomadas para mantenerme en “lo esperado”.

Lo supuestamente ideal.

Lo que debía ser.

Lo que cualquiera soñaría.

Cualquiera, menos yo, por lo visto.

Porque yo no podía sentirme más quemada y hundida.

Esa fue la segunda vez que lloré.

 

 

3. Cuando dije que no a miles de euros (finales de 2022)

 

Cuando volví de mi parón por burnout, después de tantos meses, no tenía nada.

Ni claridad en lo que quería hacer, ni marca personal, ni mucho menos clientes.

Nada de nada.

Solo sabía que las cosas tenían que ser distintas a como habían sido hasta ahora.

Pero aún así, sin tener nada, hubo un día que rechacé un proyecto de bastantes miles de euros… Cuando tenía cero trabajo para los siguientes meses.

Lo hice porque iba a ser más de lo mismo, y me aterraba dar pasos atrás hacia lo “malo conocido”.

Pero ese día lloré igual (la tercera vez) porque estaba acojonada, la verdad.

Lo tenía claro, pero eso no le restaba ni un poco de miedo.

La diferencia es que esas lágrimas ya no fueron de desesperanza, ni de resignación.

Fueron de entereza.

Y de un poquito de rabia.

Creo que hay un punto en el que hay que confiar en que vas a sobrevivir.

Siempre lo hacemos.

De alguna forma, cada persona es parte de un sistema de muchas otras personas y situaciones.

Como una red con nodos.

Si tu nodo se mueve, el resto se reajustan, buscan su lugar.

A veces, solo es cuestión de hacer un movimiento que hace de efecto dominó de muchas cosas.

Yo decidí apostar por mi marca personal renovada, y por creer que, después de tanto tiempo comiéndome marrones en empresas, tenía algo que aportar.

Me curré un montón de marcos de trabajo interconectados entre sí, que son la base de mis Mentorías y fui creando experimentos.

Muchos de ellos, funcionaron.

Otros, fueron una mierda.

Pero me sirvieron para mejorar los buenos y para seguir tomando decisiones hacia un lugar con más sentido.

2 años y pico más tarde de haber hecho estos movimientos… Un nuevo sistema se ha creado.

En él, hay personas que ya no están, tipos de trabajos que ya no hago, y unas cuantas decepciones de las que he tenido que pasar página.

Pero también hay proyectos que ni me hubiese imaginado, gente increíble que ha llegado y clientxs con negocios montados que me llenan de satisfacción.

Yo no creo que lo que haya que hacer sea dar un salto al vacío (que siempre va a dar mucho respeto), sino crear una hipótesis y probarla.

 

En el libro de “Julio César” de Shakespeare, Casio le dice a Bruto:

“La culpa, querido Bruto, no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos”

 

Lo que viene a ser: gran parte del resultado de nuestra vida no son “cosa del destino”, como dice Casio.

Sino consecuencia nuestras propias decisiones dentro del margen de maniobra que tenemos cada persona con las fichas con las que nos ha tocado jugar.

La otra parte, dependerá de variables del contexto, sobre las que no tenemos control.

Pero todo el mundo tiene sus fichas.

Algunas dan más juego que otras, claro.

El problema es cuando juegas al ajedrez con las fichas del parchís.

Cuando persigues una idea de “éxito” que nada tiene que ver ni contigo, ni con tus fichas.

Cuando decides con condicionamientos externos y dogmas que no vienen a cuento.

Cada día, hay 1000 decisiones que tomamos que nos acercan a un lugar o a otro.

Dentro de pocos años, recogerás los resultados de las decisiones que tomas ahora. Y pasa que, muchas veces, nos sorprendemos para mal.

No entendemos qué ha pasado, cómo hemos llegado hasta ahí.

La respuesta, no está en las estrellas, como dice Casio.

En gran parte, está en el tipo de decisiones que tomas en la actualidad, guiadas por el status quo.

Entonces… ¿qué estás decidiendo hoy?

 

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