La ventaja competitiva con la que SÍ vas a triunfar

Hubo un tiempo, en el que conseguir comida era una movida.

No había un McDonalds en cada esquina, sino que no sabías cuándo iba a pasar el próximo bisonte por tu barrio.

Cualquier acopio de grasa e hidratos de carbono que pudiese hacer tu cuerpo, lo haría sin mesura, como si no hubiese un mañana.

Esa escasez, de alguna forma se ha quedado grabada en el instinto de supervivencia que llega hasta nuestros días.

Lo cual es una fantasía para las empresas de alimentación.

Porque lo saben y juegan con nuestra vena más visceral para hacernos adictos a basura comestible en unos tiempos en los que no hay escasez de víveres, sino sobreabundancia.

 

Espera espera, que subimos la apuesta.

 

Si todos estos magnates tienen más que estudiado este temita de la “gratificación instantánea” que convierte a la gente en adicta a base de consumir bazofia procesada… ellos pensaron…

… ¿cómo sería de fantasioso usar el mismo mecanismo para crear bazofia procesada pero para que consuman con el cerebro?

Cogemos personas a las que el sistema les ha fallado y viven decepcionadas, quemadas y frustradas que buscan evadirse (o relajar su ansiedad) y les ofrecemos una barra libre de caramelitos.

Conseguimos que la peña esté todavía más aborregada y tenga muchas menos ganas de apagar Netflix y levantarse del sofá a hacer algo interesante con su vida.

Calles llenas de personas que han normalizado el consumo de basura.

Gente para la que sentir frustración y evadirse, se siente como estar en casa.

Que no se cuestionan cambiar algo porque encuentran familiaridad en esa sensación de asco.

Un espectáculo extra manipulable.

What a time to be alive.

 

Mi teoría conspiratoria (compartida por mucha gente) es que la cúpula que dominará el mundo será porque mantienen su atención a raya, mientras el resto seremos borregos adormecidos.

Es redondo.

Primero, el sistema educativo, crea la enfermedad.

Porque, digo yo que, si no nos enseñan gestión emocional, no nos ayudan a desarrollar pensamiento crítico y nadie nos conciencia sobre temas de salud desde la infancia… igual es porque nos quieren entretenidxs, borregos y enfermxs, ¿no?

Y, luego, las multinacionales y empresas tecnológicas varias, crean la pastilla que alivia el dolor.

Personalmente, me parece una jugada brillante.

Perversa, pero brillante.

Porque mientras todos estos hilos se mueven, nos contentamos con que nos llegue a tiempo el Uber Eats a la puerta, y con que tengamos la correspondiente suscripción de Netflix. ¿Quién se va a quejar?

Vivimos en la época del pan y circo en esteroides.

 

¿WTF tiene que ver esto con tu marca personal?

 

Hay una “ley” que se llama La Ley de Amara (lo pongo entre comillas porque sería como un equivalente a la “Ley de Murphy”, que no es ley, ni es nada, pero se cumple)

Esa pseudoley (mejor así) dice que se sobreestima el impacto de una tecnología a corto plazo y se subestima su efecto a largo plazo.

Es decir, que cuando sale una nueva tecnología, creemos que el mundo va a cambiar radicalmente en 2 días y, luego, la penetración del uso de ese whatever es mucho más lenta.

Y muchísimo más decepcionante también.

Es este rollo de: nos prometieron coches voladores y nos dieron 240 caracteres.

 

En la aparición de internet, la gente más idealista creía que, ahora sí, el hecho de que el planeta Tierra estuviese súper conectado, sería un cambio de Era nunca antes visto.

Y, la verdad, es que tenían razón.

Con la pega de que, aunque internet podría ser el epicentro de cambio del mundo, ahora mismo, en muchos aspectos, tiene más parte de desagüe de aguas fecales que de un lugar interesante y enriquecedor.

Es donde está centralizado ese arsenal de basura del que hablábamos antes, a un golpe de “tap” con tu dedito.

 

Y, aquí, es donde viene el plot twist que veo.

Y que vivo como consumidora también.

Y es donde entra la ventaja competitiva de la que te puedes aprovechar dentro de todo este percal.

De la misma forma que un día dices te miras en el espejo, y tienes tal empacho de comer mal, te hace querer parar y cocinar saludable…

también pasa con el empacho mental.

Básicamente, llega un momento en el que te das cuenta de que no te compensa vivir así.

Y te bajas de la moto.

A ver, vamos a asumirlo: somos poca gente la que nos estamos bajando de esa moto

Pero, de momento, somos suficientes.

Suficientes personitas que estamos deseando encontrar fondo, utilidad, o nutrirnos de algún modo con lo que consumimos.

Igual no con todo, porque siempre puede haber una pequeña dosis de Tik Toks absurdos o ver videopodcast de los famosos de siempre entrevistándose entre ellos.

Aunque no lo evitemos al 100% (como comerse un Phoskito a veces), mucha gente sí queremos evitarlo en gran parte.

¿Cuál es esa ventaja competitiva entonces? 

La profundidad.

Coger esos temas que te parecen interesantes, y desarrollar una idea más allá de lo obvio y de los clichés.

Más allá del último bailecito chorra o del último trend.

Hacer tus mezclas sin tener que caer en contar historietas que escuchamos por ahí sobre Steve Jobs.

Por muy friki que sea tu tema, hay gente que espera(mos) que alguien nos hable de él.

Compartir algo que a otras personas les cuesta mucho, o para lo que no tienen tiempo de investigar por su cuenta (por ejemplo, un canal de filosofía interesa, porque mucha peña no se va a leer La República de Platón, sino que se ve un vídeo largo, profundo y bien explicado)

Pero nos acostumbraron a pasar de puntillas por el conocimiento, lo justo como para vomitarlo en los exámenes correspondientes.

Nos robaron las ideas y la curiosidad y ni nos dimos cuenta.

 

El conocimiento no debería ser producto más que tragar.

Las redes sociales no deberían ser un lugar en el que subir solamente clichés y ruido.

Al menos no es lo que a mí me gustaría.

La profundidad va a ser la ventaja competitiva de tu marca personal.

Nadie lo hace.

Con esta falta de atención, cada vez menos gente va a hacerlo, porque no van a tener la capacidad.

Y, sin embargo, es más necesario que nunca.

Y será más demandado que nunca.

 

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