Quizás el nombre de ByteDance no te diga nada.
Pero la ubicas bien pronto si te digo que es la empresa dueña de Tik Tok.
Según datos de enero de 2024, esta red social tiene la friolera de 1.218 millones de usuarios en todo el mundo.
En todo el mundo, menos en un lugar: China, su país de origen.
Allí también hay Tik Tok pero, aunque la interface, el logo y las opciones son muy parecidas, cambia en 2 cosas.
Por un lado, en el nombre: el Tik Tok chino se llama Douyin.
Por el otro, es distinto en lo que deja y no deja ver a los ciudadanos.
Mientras que en el Tik Tok que tenemos tú y yo podemos hacer scroll infinito durante horas y sin límite, y el algoritmo prioriza contenidos de gente (muy) guapa bailando sexy…
…los chinos restringen el tiempo de consumo a 90 minutos, priorizan los contenidos patrióticos (ejem ejem) y -aquí viene el plot twist- vídeos relacionados con emprendimiento y ciencias.
Dejando a un lado el tema ético de la censura, no sé a ti, pero a mis teorías conspiranoicas y a mí, nos parece que esto es una guerra de inteligencia.
Mientras que ellos guían a la gente para que desarrollen habilidades científicas y de creación de proyectos innovadores, al resto nos empujan a una espiral de borreguismo.
Mientras a un lado del planeta lo atontan, al otro lo entrenan.
Y ya sabemos que, a quienes mandan allá arriba, les interesa mogollón zombificarnos para tener una sociedad lo más dócil y trabajadora posible.
Que no pasa nada que tengamos que evadirnos de nuestros problemas en el scroll infinito, siempre y cuando cumplamos con nuestras correspondientes 14 horas al día. ¿no?
Y parece que China es un país que quiere aprovechar su herramienta y su ventaja.
Guerra de inteligencia o no (que no soy espía para saber si es cierto, ni he estado en China en mi vida) que nos estamos agilipollando, es un hecho.
Y ni siquiera hay que pensar en la gente joven, yo lo veo en gente de mi edad e incluso en generaciones mayores, que ya están enganchadísimas al consumo vacío.
Añadimos más.
Quien más y quien menos, estamos dentro de la dinámica de distracción sin frenos (no solo de las redes, sino de estímulos que recibimos everywhere) pero, encima, podemos sumar las responsabilidades de la vida moderna.
Trabajos de 12 horas (o 24h si tienes, negocio propio), arreglar la casa, atender peques y mascotas, tener que informarse, estar en forma…
Añade aquí todas las exigencias que se te ocurran.
Desde redes, el discurso es muy fácil: si quieres montar un side project, porque tienes un curro que no puedes/quieres dejar todavía, dedícale 2 horitas cuando vuelves a casa por la noche.
Fácil, ¿no?
Si no lo haces, “es porque no quieres”.
O, si tienes un negocio que quieres consolidar, publica todos los días, asiste a todos los eventos e invierte en dar la tabarra 24/7, precisamente, en Tik Tok.
Porque no tienes fuerza de voluntad.
Porque no es lo suficientemente importante para ti 🙄
Y, aquí, es donde entra el privilegio.
El lujo.
Porque cuando tienes las neuronas colisionando entre ellas, cuando estás a 1000 cosas y cuando recibes millones de mensajes contradictorios entre sí…
…te quedas sin espacio mental.
El espacio mental es un lujo al que pocxs acceden
En el libro “El Valor de la Atención” de Johan Hari (te lo súper recomiendo), el tipo suelta así tontamente una idea que a mí me ha hecho repensar muchas cosas.
Tal y cómo avanza la sociedad hasta la dispersión interminable, llegará un punto en el que
→ Las clases más bajas, no tendrán ningún control sobre sus mentes (serán adictos literalmente al consumo de contenidos chorra, si es que no lo son ya)
→ Las clases más altas, tendrán ese privilegio de tener sus mentes con espacio mental de sobra para perpetuar su posición
Es decir, mientras la gente de a pie lo da todo por evadirse de sus problemas durante 5 minutos que tienen libre, las altas esferas viven conectadas consigo mismos/as y disfrutando del silencio.
Un bien que, seguramente, llegará un momento que será otro lujo.
Mientras tu prima Angelines, estará loca perdida coordinando el trayecto en bus al curro después de dejar a tiempo al niño en la guarde y consumiendo las últimas tendencias de consumo en los reels de hoy…
…Zuckerberg estará en su silenciosa oficina de San Francisco ideando cómo ganar más billions con la atención que tiene secuestrada de Angelines.
Ya, a estas alturas, se masca la tragedia.
Así que, en muchas ocasiones el común de los mortales aún teniendo claro lo que quiere conseguir, incluso sabiendo 100% qué pasos habría que dar para hacerlo…
…no lo hacemos porque no nos queda espacio mental.
Tenemos las neuronas petadas.
Vivimos en un estado de desbordamiento perpetuo.
Si tu cerebro va a al límite, cuando llega la hora que sea que te habías reservado para hacer X y no te apetece, o no te ves con fuerzas más que para enchufarte Netflix… no lo vas a hacer.
Ni con fuerza de voluntad ni con nada.
Lo cual hará que el hecho de posponerlo, te provoque una culpa y malestar contigo que alimenta más esa rueda.
Te quita más las ganas, porque darse látigo también ocupa espacio mental.
Obviamente, el sistema no ayuda, como te he contado arriba.
Pero luego, tampoco vamos a ser hipócritas ni a jugar solo la carta de las víctimas.
Porque hay cosas que sí podemos elegir.
Vivir cultivando el silencio**, los espacios de creación y la paz mental en general, es EL RETO de las próximas décadas.
**Entiéndase por silencio la eliminación del máximo de interferencias externas
No nos vamos a engañar: requiere de esfuerzo, de trabajar mucho en la salud mental y, sí, de desconectarse un poco del FOMO y de la salida fácil que nos da cualquier distracción.
Además, es algo que lleva tiempo.
Cuento mucho ese ejemplo, pero justo antes de petar con el burnout, yo me daba cuenta de que quería hacer cambios en mi vida.
Pero estaba tan ocupada, tan hasta arriba y tan de arriba para abajo, que no tenía espacio mental para saber qué cambios eran esos.
Por eso empecé a apagar cosas, de una en una, hasta que todo se quedó en silencio.
Como ir en el coche, con una radio a tope de al principio, pero que va bajando el volumen poco a poco hasta que no se escucha nada.
Ahí, cuando ya tienes el espacio mental disponible, es cuando llega el momentazo en el que me pregunté: ¿a dónde era que iba yo?
Y peté, poco después.
Llevaba años conduciendo por la autopista a máxima velocidad y ni siquiera me acordaba hacia dónde había puesto el rumbo.
El espacio mental se cultiva, aunque nos lo pongan todo el contra.
En 2023 me propuse reconquistar el mío como uno de mis objetivos prioritarios, no solo para saber hacia dónde voy, sino para tener la energía de sentarme a conducir.
Era un lujo que sí o sí quería tener en mi poder.
Una cosa te digo:
nunca me había escuchado tan alto y claro.
Si quieres mantenerte al tanto de todas mis publicaciones apúntate a mi newsletter aquí