Por qué los “expertos” proliferan como setas

¿Qué hace que una persona se convierta en experta?

Es una pregunta que empecé a hacerme cuando a mi Mentoría empezaban a llegar personas que se habían gastado miles de euros en cursos de especialistas en cosas como venta por whatsapp, venta fría por DMs de Instagram o en IAs que te buscan nuevos leads de la nada.

Miles de euros.

En cada una de esas cosas.

Ninguna de ellas es mala per se, ni mucho menos.

(Otra cosa es que a mí me guste usarlas).

Pero cualquier herramienta que facilite la vida y se ajuste a tu forma de hacer, pues bienvenida sea.

El tema es que, llegados a este punto, y sobre todo viendo que cada vez hay más “expertos” declarados, empecé a indagar en qué es lo que da luz verde a una persona para que pueda ponerse esa etiqueta.

 

Para empezar, no es lo mismo ser experto que especialista

 

Especialista: persona que ha adquirido un conocimiento explícito (por ejemplo, el que te dan de forma organizada en un máster)

Experto: persona que aplica conocimiento tácito (que es fruto de muuuucha experiencia)

Es decir, para ser experto, no solo te llega con hacer un par de cursos y ya, sino que se trata de tener mucha experiencia a tus espaldas, sacar tus propias conclusiones e incluso crear nuevos marcos de pensamiento.

Puedes haberte leído un par de libros de desarrollo java que, hasta que aplicas muchas veces ese lenguaje, resuelves muchos problemas con esa teoría y enriqueces tu base de conocimiento con tu experiencia, no se te considera un experto/a realmente.

 

Una persona especialista… acumula información y la pone en práctica tal cual se la han contado. No cuestiona “el libro”.

Una persona experta… integra esa información, la hace suya, la cuestiona y elabora nuevos conceptos.

 

Aun así, y con esto claro, mucha gente se presenta como “experto/a” sin cumplir con nada de lo anterior (ni el conocimiento, ni la experiencia).

¿Por qué?

 

El prestigio de ser “experto”

 

Desde que tengo uso de razón, la recomendación que siempre me han dado es que “es mejor especializarse en algo”

Esto lo he oído tanto en el ámbito académico como en el laboral.

 

Especializarse era de gente lista.

De gente con futuro.

De gente que tendrías muchas salidas laborales.

De gente que tendría un negocio próspero.

 

Ser “experto” incorpora una pátina de eminencia, de persona estudiada, de madurez.

Además de que eres trigo limpio, porque tienes una etiqueta clara, eres fácil de identificar, no tienes dudas, no eres alguien ambiguo.

Y, todo eso, suena a caro.

A que si eres experto en alicatados de baldosas cuadradas, debes cobrar más que un albañil “generalista” que las pone cuadradas, redondas y romboides.

El primero es más prestigioso que el otro. 

Es una idea popular que está ahí.

Hasta aquí, igual parece que tengo algo en contra de los expertos, cosa que no es cierta. 

Lo que no me gusta es, por un lado, esa especie de desprecio que hay hacia las profesiones más generalistas (esas en las que hay que saber de muuuuchas cosas), entre las que yo misma me encuentro.

Y, por el otro, 2 problemas peligrosos que produce esta narrativa de “experto prestigioso”.

 

Dos problemas, una misma solución

 

En primer lugar, tenemos la problemática de que mucha gente se posiciona como experta, sin serlo.

El motivo por el que lo hacen, lo tenemos claro: es más prestigioso y es fácil de situar, y es mucho más atractivo decir que soy “experta en diseño” que no decir que soy diseñadora.

He llegado a ver gente “especialista en diseño de cartas para restaurantes veganos”.

Joe, eso sí que es especializarse.

Lo que pasa es que, usar ese reclamo, no te hace experto/a en esa labor, sino que, lo que estás haciendo, es posicionarte en el mercado dentro de un nicho extra-concreto.

Tú lo decides, eliges eso.

Pero ELEGIR no te hace experto

Peor aún si lo haces sin tener mucha idea.

Y, justo ahí, está la línea roja que separa a un experto de un vendehumos, que no tiene ninguna idea, pero sí tiene labia.

 

INCISO: No digo con esto que no esté bien ser principiante, al contrario, voy a tope con ser principiante. Pero serlo, y ponerte “experto/a” porque decidiste ayer que quieres trabajar de eso… ojito.

 

Por lo tanto, la solución pasa por asumir la responsabilidad de tener criterio y enterarnos de qué le da autoridad a la persona (supuestamente) experta para entender desde qué base trabaja.

Sea con venta por whatsapp o con inversiones en cripto, me da igual.

PISTA: si en su mensaje va implícito que esa es la única forma (y más rápida) de obtener resultados, sospecha. Porque, lo dicho, quien solo tiene un martillo..

 

En segundo lugar, tenemos el problema de que tener delante a una persona que se presenta con este perfil, hace que le entreguemos mucho más rápido las llaves de la moto.

Esta narrativa de que estar hiper-especializado es la panacea, es algo que tenemos tan interiorizado que, en el momento que contratamos a alguien de este tipo, o le tenemos delante, nos cegamos y tomamos cualquier cosa que dice como verdad absoluta.

Le entregamos la llave de la moto sin dudar, porque es el experto.

Nos cerramos a que nos explique, aun si tiene que bajar a nuestro nivel sobre la materia para hacernos entender. No nos interesa saber los porqués detrás de sus sugerencias y no le hacemos preguntas porque, no vaya a ser que parezca yo tonta.

Nos desentendemos de nuestro proyecto, de nuestro hijo, solamente, porque la otra persona se presenta con una etiqueta.

Es de locos.

Aquí de nuevo, la solución vuelve a ser la misma: es nuestra responsabilidad tener criterio, preguntar, entender el razonamiento y, si eso, luego aplicamos o no, o con matices.

 

Personalmente creo en un mundo en el que las personas expertas con foco en un único tema trabajen de forma integrada con las personas que somos más estratégicas, que tenemos una visión global y que sabemos de muchas cosas para resolver problemas al unirlas entre sí.

Esa es mi idea de mundo ideal.

Y también creo que, cuando eres CEO y llevas la voz cantante en una empresa, esa visión global no solo es necesaria, sino que es imprescindible.

Rodearse de expertos es genial, enriquece mucho y permite profundizar en áreas a las que sacarle provecho.

Pero responsabilizarse de las decisiones que se toman, con o sin ese plus requiere de tomar conciencia y perspectiva con este tipo de narrativas.

De no sucumbir al borreguismo.

 

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