Encajar en un molde cuando tú no eres pan Bimbo

En mayor o menor medida, todo el mundo se considera a sí mismo/a un poco rarito/a.

Desde tu perspectiva propia, te comparas con el resto para concluir que “me veo diferente a los demás”.

No tienes ni el físico, ni las habilidades ni, mucho menos, los intereses.

A ti… te gustan otras cosas.

Incluso, a veces, demasiadas.

Estás en un mundo propio que sucede dentro de tu cabeza.

 

Hay cosas que son importantes para ti que… bueno, vamos a admitirlo: no lo son para la mayoría.

Tú tienes una visión particular sobre cómo te gustaría que fuesen las cosas. Una que, a veces, roza la indignación.

¿Cómo es que el resto de la peña no le presta atención a esto?

Tú quieres que se construya una nueva realidad, con otro enfoque.

Pero ahí estás, en parálisis porque te sientes demasiado diferente.

Diferente, en plan mal, con todas esas connotaciones negativas que se le asocian.

 

Porque, claro, para construir algo nuevo, para sacar un proyecto adelante, o para vender ese servicio disruptivo, al otro lado, tiene que haber más gente que se sume.

Lo que pasa es que “ser diferente”, la mayoría de las veces, se traduce como algo malo, que produce rechazo.

¿Cómo se va a unir la gente a algo rarito?

Nadie quiere tener algo malo.

Mucho menos, ser el raro.

 

Hablas con tu amiga Juani, y su gran preocupación de hoy, es que han subido 0,10 euros su muesli favorito del Mercadona.

Qué fácil sería si te preocupasen solo ese tipo de cosas.

Entras en redes, y ves que la mayor preocupación de hoy de María Pombo es que sus 2 hijos perfectos, no van vestidos exactamente del mismo tono de beige.

Qué fácil sería si te preocupasen solo ese tipo de cosas.

Y tú… tú te ves fuera de contexto.

Así que, en algún momento, decides que quizás vale la pena hacer el esfuerzo por encajar en un molde.

 

Cuando te das cuenta de que no eres pan Bimbo

 

**Por si vives fuera de España y en tu país no hay pan Bimbo, aclaro que es una marca muy popular de pan de molde.

Siempre he pensado que mi vida sería mucho más fácil si tuviese un trabajo de esos en los que hay que preparar informes que nadie se va a leer, si supiese algo de fútbol para tener algo de lo que hablar en la pausa café y si me contentase con el placer de llegar a casa y decidir qué bolsa de congelados meto en la air fryer para cenar.

Tan fácil me parecía, que empezó a parecerme hasta atractiva la idea.

Encajar. Conformarse.

Sonaba genial.

Tu mundo interior te parece tan complicado y abrumador, que encajar en un molde, de repente te parece de las mejores opciones.

Pero luego es verdad que, en cuanto tomas 2 o 3 decisiones para entrar lo antes posible en ese cubículo, es como que todo tu ser empieza a retorcerse de lo apretado que se siente.

No tarda mucho.

Porque no eres un pan Bimbo, cortado por el mismo patrón que el resto de panes.

Así que, cuando yo estuve de vuelta de esas y me reafirme en que me mantenía con mis inquietudes y motivaciones intactas, tal y como son, pues llega un momento en el que una asume que, no solo es que a mucha gente no le va a gustar, o le va a parecer “raro”, sino que habrá poca gente al otro lado escuchando.

Al menos, en un principio.

Y eso, es así.

Asumir que, a una gran mayoría, no le va a interesar tu visión.

Y está bien así.

Cuando cuento de qué va El Club de Mentalidad de aCEO, muchísima gente no lo entiende.

Pero la gente adecuada, no solo lo entiende, sino que están dentro súper enchufados/as.

Yo decidí que si iba a apostar por mis valores y por mantenerme fiel a mí misma, pues iba a tener que dirigirme a unos pocos.

Y también está bien así.

 

De hecho, hace un tiempo hice el experimento de publicar en Instagram frases de “galletita de la fortuna”. Necesitaba ver por mí misma si subiendo cosas más mainstream llegaba más lejos… Y tal cual.

Nunca mi cuenta había tenido tanto alcance y tan rápido como en esos días.

El tema es que yo no quiero publicar ese tipo de cosas, y ya está.

Muy bien por quien lo haga, pero eso no va conmigo.

 

Elegí eso de mantenerme con mis peculiaridades, con mis ideas, con mi forma de hablar…

…en lugar de adaptarme al molde de “lo que vende ahora”.

No te voy a engañar: es algo muy incómodo ir por el mundo cuando la mitad del tiempo te sientes un poco extraterrestre.

Pero, con el paso del tiempo, normalizas esa sensación, y ya no te frena.

Ya no eres un pan Bimbo.

Eres esa barra artesana que hace Doña Maruja, la de la panadería del barrio donde creciste, que todas les salen irregulares, pero cada una de ellas, está bien rica.

 

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