Se supone que el equilibrio vida profesional y vida personal se consigue cuando decides que vas a dedicar tantas horas de tu día o de la semana al trabajo y más o menos otro tanto a “tus cosas” como tu familia, amistades, deporte, etc etc.
Ya sabes, algo que esté bien compensado.
Cada cosa en su espacio y con sus porcentajes, pues eso… equilibrados.
Si es con horarios concretos y cerrados, mejor que mejor.
Porque claro, conseguir el equilibrio es algo que HAY QUE HACER.
…
…
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¿No?
Llevo desde 2012 trabajando por cuenta propia, y me han dicho de todo.
Si trabajas mucho, oye, que tienes que trabajar tus 8 horas nada más, y que el resto del tiempo es para ocio y amigos. ¡Hay que desconectar!
Si empiezas a trabajar a las 11 de la mañana (como hago muchísimas veces), porque antes haces otras cosas (o porque te da la gana) y le metes 6 horitas o así al curro, pues qué morro, que a ver si más currar y menos fiesta.
Piénsalo: seguro que en algún momento, trabajando en un equipo, sea tu equipo o cuando trabajabas tú en una empresa, cuando alguien priorizaba acabar el curro antes para disfrutar de su tiempo libre (supuesto equilibrio) has pensado “qué poco da esta persona por la empresa”. Y si alguien vive en la oficina, habrás pensado “esta persona no tiene vida fuera del trabajo, qué pena”.
Yo lo pensé alguna vez.
Pero de lavadas de cerebro, hablamos otro día.
El caso es que lo pensamos por esta idea de tener ese “equilibrio” cuadrado con escuadra y cartabón.
En cambio yo creo que el equilibrio trabajo/vida personal, es una utopía.
Y, como tal utopía, ni existe, ni va a existir.
Como querer alcanzar la perfección.
Como querer “llegar a todo”.
No se puede.
Es una autoexigencia más.
Hay 3 factores que a mí me indican que no existe:
FACTOR Nº1: NO SOMOS INDIVISIBLES
Si queremos equilibrar 2 cosas, será que nos basamos en que se trata de 2 partes claramente separadas que poner en cada lado de la balanza.
Entonces, tiene que saberse qué va en la caja de las 8 horas del trabajo, qué va en la otra. Qué se deja en el despacho y cómo se separa bien del resto de la casa.
Necesitamos que haya unas delimitaciones muy claras para ver esas 2 partes diferenciadas.
Esta es la premisa básica del equilibrio: se usa una balanza.
Igual hay gente que es capaz pero yo, personalmente, soy nula para separar de forma estanca esas 2 áreas de mi vida.
Ni esas ni ninguna, porque soy la misma persona en todas ellas.
Quizás me funcionaría, si tuviese un trabajo mecánico en el que no hay que pensar en nada, tipo poner un tornillo siempre en un sitio.
Por lo demás, creo que es muy complicado hacer esta distinción.
Y no solo dentro de tu cabeza.
Sino también en cómo una cosa afecta a la otra.
Si el negocio va mal económicamente, va a afectarte a tu vida personal, y si tienes cualquier problema de salud, va a afectarte a tu desempeño profesional.
Los retos (positivos o negativos) ocupan mucho espacio mental.
Requieren de energía a la que no se le puede poner una puerta de contención.
Y lo bonito es que una cosa se alimente de la otra.
Lo dicho: no somos indivisibles.
FACTOR Nº2: HAY QUE PONER REGLAS PARA CUMPLIRLO
Siempre he sido muy de “cumplir las reglas”.
Buena ciudadana, buena alumna, buena amiga.
Al menos, lo intentaba.
Para mí, era algo importante.
Con el tiempo, me he dado cuenta de que las reglas pueden llegar a amargarte mucho, si no tienen cláusulas.
Especialmente TUS propias reglas.
Vale que no haga trampas, pero sí negociar (conmigo) con sentido común.
Sino, dejan de ser reglas para convertirse en tu pequeña dictadura.
Una de las grandes recomendaciones que se dan, es “ponte horarios de oficina”.
Eso es una regla: cumplir con un horario estricto, que te pones tú.
Supongo que a mucha gente le funciona. Desde luego, a mí no.
De hecho, para mí, tener horarios fluidos es una de las ventajas de estar por tu cuenta. Conseguir tener una vida integrada, y no en cajitas, ha sido uno de mis objetivos de este año.
Me ha costado bastante, porque tenía esa creencia de que, si no tenía un horario súper concreto, no iba a cumplir con los objetivos.
Por ejemplo, en el pasado me costaba mantener la constancia con el deporte cuando me apuntaba a clases de algo, porque tenían un horario concreto (por ejemplo, spinning lunes, miércoles y viernes a las 19h).
Y pensaba “menos mal que tengo un horario que me obliga a ir, porque si no lo tengo, iría nunca”.
Hasta que me cuestioné esto. Empecé a ir a un gimnasio que tenía clases, pero yo podía elegir qué día y hora me apuntaba.
Fui mucho más constante, pero había semanas que solo iba un par de veces como mucho.
Subí la apuesta.
Me apunté a otro en el que tengo entrada 100% libre y puedo ir cualquier día de la semana a la hora que quiera.
La flexibilidad que pensaba que iba a jugar en mi contra, ha hecho que lleve ya 6 meses yendo 4 días a la semana, como yo me había propuesto.
Rarísima la semana que voy menos.
¿Esto lo causó tener o no tener horario?
No.
Esto lo causó el hecho de que, ahora, estoy mucho más comprometida con el deporte.
No es un tema de horarios, ni de reglas, ni de que haya que equilibrar nada.
Lo que sea que estás posponiendo, no está en tu día a día porque, para ti, no es una prioridad.
Pero tendemos a forzar con “lo que debería estar haciendo” encasillándolo todo de forma rígida y exigente.
No digo que ponerse horarios y tratar de balancear un poco las cosas esté mal.
Lo que creo que está mal es la parte de “rígida y exigente”.
A nadie le gusta estar de forma obligada en un sitio.
Aunque la obligación te la estés poniendo tú.
Lo que nos gusta es tener algo que nos motive y que la dedicación que ponemos a trabajar en ello, no sea una imposición, sino algo que haces por que es importante para ti.
Tiene que haber un compromiso, no un horario, ni una reglas a cumplir.
Sea un proyecto, pasar más tiempo con tus sobris, o hacer burpees.
En definitiva: Si hay que poner reglas, es porque faltan valores.
FACTOR Nº3: NACE DE UNA NECESIDAD DE CONTROL
Buscar el equilibrio puede parecer muy zen, pero visto que de cerca tiene el color y pelaje de querer tener las cosas de tu vida bien atornilladas a la seguridad.
El control, da seguridad.
Y se alimenta de esas ideas propias que te dicen “esto debería ser así”.
Todas las frases que empiezan por “debería de” o “tendría que” me ponen el estómago del revés.
[Aquí es donde viene la parte de preguntarte desde dónde haces las cosas]
Si a ti, trabajar 10 horas al día, te hace feliz, porque estás leyendo, investigando, creando… Además de que te llena de energía y te encanta el proceso… ¿Cuál es el problema?
Siempre y cuando tu salud y tu salud mental estén bien… Repito: ¿Cuál es el problema?
Si a ti te sirve trabajar 4 horas, pero con súper foco en lo importante, y dedicar tiempo con mucha intención a tu familia y amigos, o a aficiones, y eso te hace feliz… ¿Cuál es el problema?
Si tú, tienes épocas en las que tienes temporada alta y curras a tope, y otras en las que puedes estar con más relajación haciendo otras cosas y pasando más tiempo con gente… y estas épocas no son totalmente equivalentes… ¿Cuál es el problema?
Pues el problema es querer controlarlo herméticamente.
A mí me pasaba: creaba algo rígido y artificial en base a lo que creía que era equilibrado. Muchas veces lo cumplía, pero muchas otras no.
Eso solo me generaba mucha frustración y también mucho resentimiento por aquello de que “no tenía una vida equilibrada”.
Ese control es primo carnal de “tengo que llegar a todo”.
Menuda esclavitud.
La solución a esto se llama Flexibilidad Responsable
No te vayas a buscarlo en un libro de productividad, porque es un término que me he inventado yo.
¿En qué consiste?
Yendo al principio, lo primero es aceptar la realidad como es.
Esto quiere decir que estamos dentro de algo que se llama VIDA y que, como su propio nombre indica, es algo que está VIVO.
También lo está una empresa, una familia y un grupo de amigos.
¡Incluso tú mismo/a!
Menuda sorpresa, ¿verdad?
Vale, creo que, hasta ahí, estamos de acuerdo.
Si vas al detalle, esto quiere decir, que hay muchas variables moviéndose todo el tiempo.
Que pasan cosas.
Muchas de ellas, imprevistas.
Así que yo, esto de Flexibilidad Responsable, lo veo como si tienes delante de ti varios fogones con varias ollas.
Me explico:
Cada persona tiene varios fogones encendidos en su vida.
Cada fogón, es un área a la que dedicas (o quieres dedicar) atención.
Si tienes muchos fogones, no puedes atenderlos todos bien, con lo cual, habrá comidas que se te quemen. Ahí es dónde entra la RESPONSABILIDAD.
En priorizar y elegir qué fogones son importantes para ti en esta etapa de tu vida.
Ponte que te quedas con 3: vida social, trabajo y deporte.
Si decides que vas a hacer un triatlón este año, pues tendrás que avivar el fuego de esa olla, con lo cual, hay que bajarle, o apagar incluso, el fogón de otra (por ejemplo, reducir al mínimo vida social y comilonas)
Si tienes una olla dedicada a un máster, pues igual en el trabajo hay que meterse en cosas menos intensas que te permitan sacarle jugo a tu aprendizaje en ese período.
Aquí es donde entra la parte de FLEXIBILIDAD.
Como ves, equilibrio poco, porque hay fogones que, a veces, se apagan del todo porque otros tienen un papel más importante en esa etapa.
Y pueden estar apagados, o al mínimo un año entero si te da la gana y si a ti te va bien.
Ojo, porque en un negocio pasa igual, tiene sus fogones internos.
Tienes el de las ventas, el de los procesos, el de la ejecución (operaciones)… Y en cada época, hay que darle más fuego a unos que a otros, dependiendo de los objetivos.
¡Flexibilidad responsable!
Creo que voy a patentar el término.
Seh!
El problema, como siempre, está moverse en los extremos (los seres humanos somos muy de este rollo)
Sí, habrá momentos en los que tengas que meterlo TODO en el curro (en estos casos, para mí es importante ponerle fecha de caducidad a este sprint) y habrá momentos en los que, por lo que sea, necesites poner más atención a tu vida personal (puede ser algo chungo, como cuando yo paré por burnout, o puede ser, que te casas y te vas de luna de miel, por ejemplo)
Creo que la cuestión es pensar que cualquiera de los 2 escenarios anteriores está mal.
Como ves, la idea rígida de buscar el equilibrio, no me gusta.
Y me parece un tanto tóxica con los enfoques que hay ahí fuera.
Yo crezco personalmente a través de mis emprendimientos y eso me lleva a pensar en que hay una fina línea entre el desarrollo personal y el desarrollo profesional.
Para mí, es más enriquecedor mezclarlos.
Porque forzarse a tener el equilibrio como un fin en sí mismo, puede llegar a ser muy dañino.
Pero también, tener esa idea teórica presente de vez en cuando, también puede ser de provecho desde este prisma.
Decía al principio, que creo que perseguir el equilibrio, es como perseguir una utopía. Y si, como tal, no existe… ¿para qué hacerlo? Pues como dice el gran Eduardo Galeano…
“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.”
Tratar de conseguir el equilibrio todo el tiempo, es someterse a tortura.
Pero también soy creyente de que todo el mundo puede hacer mejoras incrementales en su vida.
Poco a poco, y si tiene sentido.
Con mejoras llenas de valor, de intención, que se disfrutan y que no se fuerzan. Porque, ya sabes, la supuesta meta teórica (el equilibrio), no existe.
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