Al igual que las leyendas épicas de chicos súper jóvenes que se hicieron millonarios en poco tiempo desde Silicon Valley…
…también tenemos mucha historia de superación (también llena de épica) de personas que tuvieron éxito de mayores.
Casos como Martha Stweart, Morgan Freeman o Ray Kroc (quien llevó a McDonalds a lo que es hoy) es gente que lo petó a lo grande bien pasados sus 50 o 60, y después de probar muchas cosas.
Visto así, dentro de toda esta épica, quizás parece lógico concluir que “quien sigue la consigue”, que con esfuerzo y paciencia todo se puede.
Pero, luego, en la realidad tangible, muchas veces parece que todo nos da indicios suficientes para pensar que ya llegó.
Que lo hemos intentado lo suficiente como para parar e invertir nuestro tiempo y energía en otra cosa.
¿Cómo diferenciar de cuando vale la pena seguir vs cuando ya llegó y enough is enough?
Para mí, es una fina línea.
Pero es una línea que está ahí.
Al menos yo la he identificado y dibujado claramente cuando me meto en jardines.
La fina línea entre abandonar o seguir con el pico y la pala
Ya hemos hablado del empeño borrico con otras ocasiones.
Trata de esa neurosis que a veces nos entra que nos lleva a querer controlarlo todo.
Ese obcecamiento que bebe directamente de la cultura del esfuerzo que deriva en el síndrome del casino:
Cuando le has metido muchas monedas a la máquina (por ejemplo, haber estudiado XX durante muchos años) y has invertido mucho tiempo y/o dinero en ese objetivo, no lo sueltas ya porque “no vaya a ser que ahora te toque el premio”).
Incluso te pasa que le sigues metiendo monedas a la máquina, pero hace rato que te olvidaste por qué habías empezado a jugar a eso.
En esos casos, para mí es un tiene sentido parar ya.
Luego está un segundo escenario, que es ese en el que hay algo que te nace y casi que no lo puedes evitar.
Te sigue moviendo algo dentro, te sigue ilusionando.
Tendrá sus altos y sus bajos, como todo, pero hay algo que te sigue emocionando.
Independientemente de si esa cosa la monetizas o no, si pagas justo las facturas y ya, o si te hace generar millones… ese proyecto o actividad en cuestión te sale de dentro.
Para mí, ahí tiene todo sentido seguir, porque el proceso es más importante que el resultado.
En mi mapita, tiene lógica abandonar, cuando deja de tener sentido para mi. Cuando ya no compensa por 1000 factores pero, sobre todo, cuando no me mueve.
Sino, no puedes evitarlo.
Y si es algo que me llena, que no puedo evitarlo…
SIGO.
Quizás tengo que reajustar mis expectativas sobre ese tema… pero seguir, sigo.
Pero no sigo apelando a la cultura del esfuerzo.
No sigo porque tengo que seguir y no me lo cuestiono.
Sigo porque es lo que me sale de dentro.
Porque te lo cuestionas y, aún así, la respuesta acaba siendo que tiras para delante un poco más.
Y luego, para mí, hay un tercer escenario que, tristemente, se está perdiendo poco a poco.
El hecho en sí de seguir la curiosidad propia, de forma improductiva.
¡Oh Dios mío! ¡Ha dicho improductiva!
Sí, lo he dicho.
Hay utilidad en las cosas improductivas. En seguir tu curiosidad.
(Caras de sorpresa ante tal afirmación).
Hay inquietudes que te nacen porque sí, sin pretensiones de nada.
Un libro que te llama la atención en la biblioteca.
Una conversación larga sobre un tema aparentemente irrelevante.
Una exposición de arte random que explica la absurdez de la existencia.
Hay gestos que hoy no sabes para qué pueden servir, pero que también los haces por eso: porque te nacen.
Te sale solo.
Esos impulsos que te llevan a leer ese libro, quizás hoy no tienen sentido, pero dentro de 5 años estás preparando una charla importante y viene a cuento totalmente.
O quizás no.
Quizás no sirve “para nada”.
Pero, ¿acaso disfrutar y seguir nuestra curiosidad no es suficiente?
Básicamente, ese es mi filtro.
Que un proyecto que me nace no es inútil ni pérdida de tiempo, porque me permite crecer, aprender y desarrollarme.
Si no monetizase con ello, entonces tendría que buscar solución a “cómo voy a pagar las facturas”.
Pero la experiencia también me dice (mía, y de muchas otras personas) que, si lo que haces te mueve y le das el recorrido suficiente, de una u otra manera, acaba saliendo.
Otra cosa es hacerlo con empeño borrico.
O porque te lo ha dicho alguien.
O solo por dinero.
En esto, es clave tener el motor adecuado.
Si quieres mantenerte al tanto de todas mis publicaciones apúntate a mi newsletter aquí