¿Qué pasa cuando la vida “te impide” cumplir con lo que te habías propuesto?
El primer virus me llegó a principios de octubre.
Estuve KO en la cama durante DÍAS.
El segundo, a mediados de noviembre.
El resumen de todo esa convalecencia es que el trabajo se acumula.
Es la vida de autónoma, la que CONSCIENTEMENTE he elegido.
Si enfermo, puedo seguir vendiendo cosas, pero luego hay que ejecutar el trabajo y atender a la gente como se merece.
El caso es que llevo exactamente 6 semanas sin mandar ningún mail.
Y sin publicar en redes.
Ni subir vídeo a Youtube.
Es una pena, porque tengo algunos bastante avanzados, listos para retoques finales.
Pero como no soy partidaria de mandar porque “hoy es día de mandar”, no lo hice.
Disfruto mucho de mi proceso creativo y de mi exploración, y no me gusta promover ruido mandando truños con los que no estoy cómoda.
No es tanto perfeccionismo como respeto a quien está al otro lado, sinceramente.
El resultado: llevo 6 semanas fustigándome.
Esa es la realidad.
Yo sé (como sabemos todxs) que no pasa nada.
Que nadie va a estar echándome de menos pensando “¡¡oh my God, Marta Falcón lleva ya 6 semanas sin mandarme un mail!!”
Que tengo que ser más amable conmigo misma por “no llegar” blablabla.
Al final, una tiene un calendario realista preparado, y la vida tiene sus propios planes.
La vida se ríe de mi calendario y del tuyo.
Y, sí, cuando no llego una semana, no pasa nada.
2, tampoco.
Incluso un mes.
Pero llega un punto que me meto en un espacio mental gris oscuro (que convive con mis virus, en este caso) en el que dejo de ser objetiva y sí que caigo en el bucle tóxico de “no llego, no llego”.
Que es justo la frase que más me repetía mi cabeza justo antes del petar por burnout.
Qué curioso.
El resorte automático sigue ahí, listo para saltar cuando hay un color lo suficientemente gris en mi mente.
Y es por todo esto he estado explorando esta idea de “fustigarse por no cumplir”
Porque el tema no es mandar el newsletter cuando toca.
El tema es sentir que te estás fallando a ti.
Hecha la despedida del perfeccionismo… ¿qué nos queda?
La angustia por el “no cumplir” va muy unida al perfeccionismo.
Al menos en mi caso.
Pero esto me lo he trabajado bastante y ya no me produce angustia no tener el calendario perfecto.
De hecho, tengo más que asumido que, cuando tengo épocas gordas de ejecución de trabajo (es decir, entregar lo vendido) tengo esa prioridad y no puedo asumir publicar, interactuar o estar en todas partes con la misma frecuencia.
No es realista.
Petaría cada 2 días.
Entonces… si el perfeccionismo no es… ¿qué está pasando?
Una “jartá” de llorar me trajo la respuesta
No es que haya llorado este mes (no me dio por ahí), pero me acordé de que, en 2021 lloré MUCHÍSIMO.
Fliparías.
Fue el año de mi parón y de enfrentarme conmigo misma.
Lloré por bastantes cosas, pero si me preguntas hoy, la que más recuerdo fue el amargor que me daba lástima haber malgastado mi tiempo en los años anteriores.
De las cosas que más tristeza me producen, es justo pensar que estoy (o he estado) usando mi tiempo (y mi energía) para cosas que no valían nada la pena.
De verdad, es que lo pienso y me asoman las lágrimas de nuevo.
Las malas decisiones te hacen perder mucho el tiempo.
Y justo de esta llorera de 2021 me acordé estos días porque… sí, tengo que ser honesta conmigo misma: tomé malas decisiones estos últimos 2 meses.
Me metí en 2 proyectos muy concretos en los que no tenía que haberme metido.
No quise verlo.
Me hice la envolvente a mí misma y me la colé disfrazada de discurso elocuente.
Di el paso sabiendo (en el fondo) que no tenía que hacerlo.
¿Casualidad haber enfermado tanto en tan poco tiempo?
No lo creo.
Así que, en lugar de fustigarme, voy a asumirlo:
estos 2 meses no estuve mentalmente ni energéticamente bien, no porque estuviese a tope, ni porque no me diese la vida (que también) sino porque me metí en 2 cosas muy concretas en las que sabía que no iba a usar bien mi tiempo.
Sabía que estaba metida en temas que no venían a cuento, en los que no estaba aportando valor.
Esa es la verdad.
Y yo lo sabía.
Podía contarme pamplinas a mí misma.
Pero si lo sabes, lo sabes. Aunque sea muy en el fondo.
Prioricé esos 2 temas antes que lo que para mí sí es importante (escribir mis newsletters, por ejemplo)
Además, si ya de por sí mi cabeza genera ideas más rápido de lo que humanamente es posible ejecutarlas…
… imagina si, aún encima, el tiempo finito que tengo lo uso donde no debo.
A veces, es tentador “culpabilizar” a temas externos, resignarse porque me ha pasado tal o cual.
Y sí, hay imprevistos, virus o eventos indeseables que nos ponen en jaque.
Incluso hay problemas sistémicos que juegan en nuestra contra, como la epidemia de falta de concentración, por ejemplo.
Y pasan cosas que no nos esperábamos y, mucho menos, deseábamos que pasasen.
La vida y el contexto tienen sus planes particulares que nos afectan.
Pero muchas otras veces, si nos hablamos con honestidad “no llegamos” a lo que nos proponemos porque estamos tomando malas decisiones.
Nuestro tiempo y energía es lo más precioso y valioso que tenemos.
Usémoslo inteligentemente.
Probablemente eso a mí me traiga menos auto-fustigación.
Y menos virus.
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